sábado, 8 de febrero de 2025

SUOR ANGELICA: DESCUBRIENDO TALENTOS

Ópera de Giacomo Puccini, con libreto de Giovacchino Forzano; versión reducida de Héctor Panizza. Juan García Rodríguez, dirección musical. Davide Garattini Raimondi, dirección escénica. Adolfo Carmona, iluminación. Zahir Ensemble. Con Carmen Buendía, Laura Orueta, Inés López, Paula Ramírez, Alexandra Zamfira, Yue He, Alicia Naranjo, Kenia Murton y Lilia Kiiashko. Producción de Sevilla, Ciudad de Ópera. Francisco Soriano, comisario y director artístico. Real Fábrica de Artillería, viernes 7 de febrero de 2025


Esta representación de la segunda de las tres óperas que conforman Il Trittico de Puccini, cuya tercera, Gianni Schicchi, se podrá disfrutar en Les Arts de Valencia en un par de meses, y con las que el compositor pretendía reflejar los tres estados de la Divina Comedia, el infierno, el purgatorio y el paraíso, supone la primera piedra de otro proyecto ambicioso para la ciudad, que esperemos no caiga en la desidia que ha malogrado tantas otras iniciativas de similar calado. Ser una de las ciudades en las que más óperas se han ambientado, si no la que más, está sin duda en la génesis de este ambicioso proyecto que vuelve a reunir a dos infatigables amigos, Francisco Soriano como comisario y director artístico, y Juan García Rodríguez como director musical, al menos en este título que se repite hoy y mañana sin respetar el habitual descanso que merecen las voces protagonistas.

Sevilla, Ciudad de Ópera inicia así su andadura con buena factura y considerable talento, que es al fin y al cabo lo que se pretende, descubrir y lanzar carreras emergentes que merecen una proyección adecuada a sus posibilidades. Hay que confirmar que se ha dado en el clavo, reuniendo sobre el escenario un puñado de buenas voces, algunas incluso excelentes, que dan cuerpo y relieve a esta ópera breve, que no de cámara, salvo que se aborde desde la versión reducida del argentino Héctor Panizza, lo que posibilitó que de la parte instrumental se hiciera cargo el reputado conjunto hispalense Zahir Ensemble, con una escueta cantidad de músicos cuyo número no pudimos constatar desde la inadecuada ubicación que nos ofreció la organización, lejos de otros compañeros de profesión que sí disfrutaron de la posición privilegiada que se suele reservar a quienes debemos hacernos eco de los resultados.


Menos mal que no me encargaron hacer la crítica para El Correo de Andalucía, particular que desconocía la organización del evento. Me hubiera resultado difícil hacerme eco de todos los aspectos de la obra, especialmente los estrictamente escénicos, desde la desafortunada posición que ocupamos, muy al extremo de una sala que ofrece una acústica estupenda pero cuya anchura hace que las alas extremas de butacas queden muy alejadas del escenario centralizado. Una tarima demasiado baja tampoco ayudó al disfrute global de tanto esfuerzo y talento. Nada que reprochar a la excelente acústica, ya apuntada, del recinto, una remodelada Fábrica de Artillería, empeño de la anterior corporación que poco a poco va acogiendo contenidos. Sólo el prólogo se representó en el margen derecho, sentando los antecedentes de la desgracia de la protagonista, y de paso haciendo spoiler, al son de Crisantemi, una de las piezas estrictamente orquestales más célebres del compositor, ajena a esta ópera pero tan adecuada en su gramártica y sentimiento como para añadirla como acertada obertura. Muchos descubrimos esta preciosa pieza en los arreglos que para El honor de los Prizzi hizo Alex North.

La música de Puccini se caracteriza en lo instrumental por una voluptuosidad y una carga dramática excelsa que en manos de una formación reducida, por muy excelentes que sean sus prestaciones, no alcanza a reproducir. Hay que recordar que Suor Angelica no es una ópera de cámara, sino una ópera breve que cuenta con todas las exigencias de una ópera convencional, desde orquesta sinfónica a escenografía al uso. Garattini Raimondi se limitó a aprovechar la belleza de las instalaciones permanentes del lugar, tan afines a las paredes de un convento, para desde una estupenda iluminación y un movimiento escénico que no llegamos a atisbar en su totalidad desde la posición asignada, recrear esta desventura de una de tantas monjas recluidas en el convento para ocultar las miserias de la clase burguesa y aristócrata. Tiene gracia que en apenas una semana nos hayamos acercado a las dos óperas más célebres ambientadas en un convento, Diálogo de carmelitas en Valencia, y ahora Suor Angelica aquí, con el cómico añadido de que casualmente en el avión que me llevó a la ciudad del Turia, por primera vez en mi vida me sentaran junto a dos monjas que acudían a ayudar en la zona devastada por la dana, y mientras escuchaba la música de Poulenc en mis auriculares.


Pero si de la parte escénica no pudimos hacernos una idea completa, sí al menos de la musical, apuntada ya en el excelente trabajo de García Rodríguez, a quien tanto admiramos como artífice de proyectos tan estimulantes como el propio Zahir Ensemble o nuestra querida Sinfónica Conjunta. Tratándose además de una partitura tan alejada del repertorio que suele abordar esta veterana formación, más mérito tiene. García Rodríguez logró insuflar con su energía habitual de vuelo lírico y sensualidad su particular versión de la partitura, mientras el buen elenco de voces redondeó una velada que en lo musical se benefició de la nítida y brillante acústica del lugar.

En el apartado vocal, jóvenes cantantes, a algunas de las cuales ya hemos tenido ocasión de disfrutar en anteriores ocasiones, sea a través del concurso Nuevas Voces organizado por la Asociación de Amigos de la Ópera, que también participa en este proyecto lírico, o de la Compañía Sevillana de Zarzuela que tan gratas sorpresas nos ha brindado. Así, Carmen Buendía hizo gala de una voz potente, magníficamente proyectada, timbre agradable y ajustada entonación, si bien echamos en falta una actuación en lo expresivo más depurada y definida, alejada de excesos y aspavientos. A su interpretación del bellísimo Senza Mamma le faltó almo más de esa emoción y sentimiento extremo que tanto rédito dio a Maria Callas, cuando precisamente se estrena en nuestras pantallas el particular homenaje que le rinde el director chileno Pablo Larraín. Algo parecido le sucedió a Laura Orueta, cuyo personaje de tía princesa requiere un mayor grado de perversidad del que fue capaz de insuflarle la mezzo, si bien en lo vocal aportó una voz con el cuerpo y al densidad justas, como también hizo Inés López como la abadesa, que sí supo combinar adecuadamente lo expresivo con lo canoro, gracias a una voz potente, gruesa y bien timbrada. Sin duda, como el resto de sus compañeras, preparadas para protagonizar una buena carrera en los teatros más reputados del mundo. Hay que recordar que Suor Angelica no es una ópera fácil ni en lo vocal ni en lo expresivo, por lo que esta producción, problemas de ubicación aparte, merece un gran respeto.

Fotos: Salvador Gil

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