Asisto estupefacto a la noticia, difundida a bombo y platillo en los principales medios de comunicación de la ciudad, de que Sevilla pretende competir a largo plazo con Viena en la celebración del tradicional Concierto de Año Nuevo, marcándose el plazo de una veintena de años para conseguirlo. No se trata por supuesto de eclipsar a la Filarmónica de Viena y a la capital de la música por antonomasia, sino de crear una alternativa competente de amplia difusión en el mundo latinoamericano.
Cuando manifestaciones perfectamente asentadas en la cultura hispalense ven peligrar su futuro, como el Festival de Música Antigua, que el consistorio pretende convertir en certamen bienal, el alcalde se emplea a fondo en la sempiterna promoción de una ciudad bimilenaria, promocionada por derecho propio merced a su larga y apabullante historia. Como cuando Monteseirín se empeñaba en salir en todos los acontecimientos relacionados con el Festival de Cine Europeo, Zoido acompañó a Halffter antes de ayer en una rueda de prensa de alto copete en la que se informaba sobre la celebración el próximo 4 de enero del Concierto de Año Nuevo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Un proyecto a todas luces de escasa envergadura cultural y formativa, articulada sólo para hacer caja y atraer turismo burdo. Esa es la cultura en la que parece querer implicarse nuestro nuevo gobierno, y encima con la petulancia de querer emular a Viena e incluso comparársele.
Siempre empezando y siempre mirando hacia un futuro en el que, ya lo hemos comprobado en numerosas ocasiones, todo acaba frustrándose por desidia, aburrimiento o falta de apuestas y apoyos. Pero, ¿y si la cosa funciona? ¿Vendrán a dirigir en el futuro nuestra magnífica orquesta artistas de la talla de Mehta, Maazel, Rattle o Dudamel, por citar algunos de los directores de orquesta más mediáticos? ¿Lo hará Barenboim, o éste no por las impertinentes polémicas suscitadas frente a su persona por amplios sectores de la sociedad sevillana, muy especialmente por la clase actualmente gobernante?
Esto no es cultura, es un circo mediocre y miserable que sólo provoca vergüenza y malestar entre quienes creemos que la Cultura es otra cosa, un elemento de cohesión y formación y un camino para conseguir un mundo mejor, más igualitario y más justo. Bienvenido sea el Concierto de Año Nuevo, que además no es la primera vez que se celebra aquí. Bienvenida sea su programación, una adecuada mezcla de valses y música, mayoritariamente óperas, inspiradas en la ciudad. Pero por favor no hagan campaña política y no conviertan estas manifestaciones puramente lúdicas y frívolas en otro escaparate burdo y oportunista para una ciudad por la que todos y todas debiéramos sentir mayor respeto y devoción. Dejen de recortar a los que realmente hacen cultura y olvídense de parques temáticos.
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