
Ver esta película, en la que un por fin acomodado Zola, tras tantos años de bohemia y necesidades (las primeras secuencias del film recuerdan a La Bohéme de Puccini), a punto de ingresar en la Real Academia, decide dar un revulsivo a su vida sumergiéndose en las turbulentas aguas de la vida judicial y castrense de la Francia de finales del XIX, me ha recordado inevitablemente al caso Garzón. Más de cien años han pasado y la Historia se repite. Aquél se enfrentó al sistema para defender a un solo hombre, el juez español lo hizo para defender a muchas familias. En ambos casos había que quitarse de encima a un sujeto incómodo e impertinente; Zola sufrió el exilio, Garzón de momento ha perdido su cargo y su carrera, y nosotros nuestra esperanza en la Justicia y la Razón. Hace más de cien años un país recuperó la dignidad y el espíritu que lo ha hecho fuerte y admirado; el caso se revisó y se ajustó a la grandeza y al espíritu del Hombre; ¿correremos nosotros y nosotras esa misma suerte? La Historia se repite y nos escupe en la cara; el poder sigue campando a sus anchas y sacrificando lo mejor de nosotros por el camino, pero nuestro deber es impedirlo, haciendo uso de los recursos a nuestra disposición. Si toda la tiranía, fáctica y de comunicación, está en manos de los mismos, nuestra obligación es denunciarlo, atacarlo y defendernos. Zola lo hizo, Garzón lo intenta… echémosle una mano.
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