Teatro de la Maestranza, 9 de abril de 2012
Aunque hay poca información sobre las actividades que llevan a cabo los jovencísimos integrantes de la Orquesta Joven de Andalucía, el proyecto, iniciado hace ahora dieciocho años, sigue pareciéndonos muy conveniente, y en su seno muchos músicos andaluces han ido perfeccionando y madurando su formación, como da fe por ejemplo la espléndida Orquesta de la Universidad Hispalense y el Conservatorio Manuel Castillo. Por ello nos alegramos de que no se hayan materializado los rumores que hace un año se esparcieron sobre su posible disolución y falta de apoyos. Este concierto en el Maestranza los acalla y ofrece motivos sobrados para la esperanza.
Santiago Serrate, habitual asistente de Pedro Hallfter en varios títulos de las últimas temporadas líricas, tuvo que salvar esta cita ante la deserción del prestigioso director y compositor José Ramón Encinar a última hora. No tuvo tiempo para filtrar su propia personalidad en un programa diseñado por su antecesor que no se antojaba muy atractivo. No es la de Marco una página memorable, si bien la presencia del veterano compositor en la sala parecía apoyarla; pero una interpretación con más empuje y convicción hubiera dado mejores réditos. Tampoco los pasajes solistas dan para mucho lucimiento, a pesar de lo cual Damián Martínez Marco aprovechó sus posibilidades para exhibir un fraseo limpio, sedoso y en ocasiones hasta lírico, y demostrar así que es uno de los violonchelistas más interesantes de su generación. La pieza del italoamericano Menotti es decididamente menor, una ópera de cámara de la que la OJA ofreció una versión inflada y competente de su gramática neoclásica. Generosa en volumen y simpática en interpretación fue la soprano granadina Leticia Rodríguez, elegida tras una audición especialmente convocada para la ocasión, así como el barítono ubetense Damián del Castillo, ganador el año pasado del primer premio del concurso de nuevas voces de Cajasol, que incluía incorporarse a uno de los títulos programados en la presente temporada lírica del Maestranza. Con un rudo inglés proyectado con solvencia y encomiable sentido de la musicalidad dieron vida a una pareja de enamorados cuya relación se ve continua y cómicamente interrumpida por la tecnología. Hubiera sido un acierto que el teléfono original se sustituyese por el móvil, símbolo inequívoco de la impertinencia moderna.
La Titán de Mahler se programa con tantísima frecuencia, incluidas las Canciones del camarada errante con las que comparte melodía principal, que se hace francamente pesada. En ese canto a la Naturaleza del primer movimiento se evidenciaron muchas caídas de tensión y algunas notas falsas que se repitieron a lo largo del concierto. Pero en general hay que reconocer que el trabajo del director y sus músicos dio buen resultado, con una visión matizada y respetuosa de la obra, acaso poco apasionada y a la vez nada estridente. Por secciones destacaron maderas y metales, echándose en falta en la cuerda grave un mayor empuje y decisión. Ya no hace falta insistir en lo mucho que nos emociona ver a tantas y tantos jóvenes responsables y disciplinados, algo que sin duda merece la mayor de las atenciones y un gran respeto.
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