Álvaro Albiach |
Con el muy encomiable propósito de donar lo recaudado al Banco de Alimentos de Sevilla, la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said dio su particular concierto de fin de curso con un programa en cierto modo bastante particular. Lo es por programar ese cuento musical concebido como obra educativa y de entretenimiento que es Pedro y el lobo, quizás de forma muy consciente dado que dicha fundación tiene a los niños como principales beneficiarios. Y porque Albert Roussel es un compositor poco transitado y no es habitual en estos lares escuchar en directo El buey sobre el tejado de Milhaud, mucho menos solo tres días después de que su otra obra más representativa, La creación del mundo, se interpretara en la Sala Manuel García del Maestranza.
Cuca Escribano |
Convocado para la ocasión, el actual director musical de la Orquesta de Extremadura, Álvaro Albiach, dio muestras de irregularidad frente a la plantilla de jóvenes estudiantes. Si bien el mayor defecto residió en la falta de madurez técnica y expresiva de los músicos, lógicamente aún en fase de progreso y perfeccionamiento, la batuta logró superar en este sentido algunos escollos, dotando al conjunto del ímpetu y la viveza convenientes. Pero en otro orden de cosas la suya fue también una dirección hosca y a menudo poco elegante. Por estos derroteros derivó su visión de la famosa pieza de Prokofiev, a la que la actriz utrerana Cuca Escribano, de quien hacía tiempo que no teníamos noticias, aportó su gracia y simpatía, logrando una narración animada y ganándose una vez más nuestra sincera admiración. Si a lo largo de la interpretación de esta página imperó la corrección y la claridad en las líneas de exposición, la marcha final sonó más grotesca de lo habitual a causa de cierto desorden y sobrecarga expresiva.
El Concierto para pequeña orquesta que Roussel compuso en 1927 es una obra discreta y sutil, de corte neoclásico dentro de una tradición muy francesa en la época de combinar romanticismo y ocasionales destellos de atonalidad y disonancia. Bien expuesta pero erróneamente concebida, su andante apenas logró transmitir poesía a pesar de los esfuerzos de las maderas y la cuerda sostenida. Su final de acordes densos y esencia politonal fue expuesto con brío pero mucho desorden. Desde siempre El buey en el tejado me ha inspirado esa música que sonaba en películas españolas, francesas e italianas, generalmente musicales, pretendiendo emular a Hollywood pero sin la elegancia ni la calidad en la interpretación musical exigibles. Música pachanguera digna de verbena de pueblo, machacona y poco distinguida. A muchos les parecerá un sacrilegio leer esto, y sin embargo sentía mucha curiosidad por cómo la resolverían Albiach y esta orquesta efímera, sólo para constatar que potenciaran esos defectos apuntados en la partitura, si bien acertaron en la recreación de los contagiosos sincopados (tangos, congas, sambas...) de esta pieza con forma de rondó, no tanto en la supuestamente dulce melodiosidad de sus temas populares brasileños, que al menos expusieron sin sentimentalismos.
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