
Con Lavapiés, última pieza del tercer cuaderno de Iberia y la única no inspirada en Andalucía aunque sí en uno de los barrios madrileños con más aroma andaluz, Caine se lució en una trepidante introducción al piano solo en clave stomp. Como si hubiera digerido la esencia de Albéniz, deglutida y finalmente vomitada, Caine diseccionó la pieza como un cirujano y ofreció una visión creativa, alegre y definitivamente libre de la obra, cargada de sensaciones y virtuosismo, tal como repetiría con la más intimista y poética Jerez, en la que llegó incluso a respetar sus aires aflamencados. Alternándose estas dos, completó el cuarto cuaderno con un acompañamiento orquestal distinto a los ya conocidos, atrevido en cuanto a la inclusión de disonancias y elementos de discreta vanguardia, pero a la que sobró un efectismo que perjudicó al instrumento solista merced a la inflación decibélica. Hasta tres propinas animaron un final en el que exhibió su genio y magnificencia con variaciones que bien podríamos titular Swing Out Mozart y Mahler Connection, sutiles referencias a Iberia incluidas.
Antes la orquesta, ampliada con la Camerata Capricho Español, otro ejemplo del milagro juvenil también en Córdoba, ofreció unas versiones correctas de diversas páginas del nacionalismo español o inspiradas en él, formalmente etéreas y flotantes pero algo cortas en cuerpo, vigor y expresividad, válidas sin embargo para exhibir un excelente y distinguido sonido aterciopelado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario