USA-Reino Unido-Francia 2014 97 min.
Guión y dirección Hossein Amini, según la novela de Patricia Highsmith Fotografía Marcel Zyskind Música Alberto Iglesias Intérpretes Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Oscar Isaac, Daisy Bevan, David Warshofsky, James Sobol Kelly
Estreno en España 13 junio 2014
El universo malsano de intriga policíaca y psicológica en el que se ha movido la retórica de Patricia Highsmith se ha visto rara vez adaptado con justicia en la pantalla, y eso que han sido muchos los intentos. Curiosamente no se ha logrado emular la perfección con la que Hitchcock se acercó en la primera adaptación de una novela de la escritora norteamericana allá en 1951 con Extraños en un tren. Su personaje más emblemático, Ripley, ha sido llevado al cine en varias ocasiones, un par de ellas por partida doble. René Clement adaptó El talento de Mr. Ripley en 1960 con A pleno sol, y Anthony Minghella volvió a él en 1999; Wim Wenders hizo El amigo americano en 1977 y Liliana Cavani optó por una versión más académica de El juego de Ripley en 2002, a la que siguió la inédita entre nosotros Ripley Under Ground en 2005 de la mano de Roger Spottiswoode. Le meurtrier (1963) de Claude Autant-Lara cierra el ciclo mejor acreditado de las películas basadas en novelas de Highsmith. La sombra de Minghella, autor de la versión más popular, comercial y aclamada, junto a Extraños en un tren, de una novela de la tejana, se percibe fácilmente en este debut en la dirección del guionista Hossein Amini. El cineasta se ha labrado un prestigio adaptando grandes clásicos de la literatura anglosajona, como Henry James (Las alas de la paloma), Thomas Hardy (Jude), A.E.W. Mason (Las cuatro plumas), Elmore Leonard (Tiro mortal) y John LeCarré (Our Kind of Traitor, actualmente en rodaje). Así mismo ha demostrado su valía como autor del libreto de la fascinante Drive y de la transformación de una princesa de cuento en guerrera en Blancaniveves y la leyenda del cazador. Con estas credenciales y la siempre excitante recreación del estilo Hitchcock que la película prometía, las expectativas eran altas. Y lo cierto es que surge como prima hermana de la película de Anthony Minghella que protagonizó Matt Damon, en sofisticación estética retro, diseño de producción y propulsión del análisis psicológico de sus personajes y motivaciones. De hecho se exhiben en sus títulos finales mensajes de gratitud al director de El paciente inglés y a Sydney Pollack, productor de El talento de Mr. Ripley, mientras el hijo del primero, Max Minghella, produce esta cinta. Por cierto, él y el actor Oscar Isaac eran los protagonistas masculinos de Ágora de Amenábar. Pero esa lograda sofisticación de principios de los 60, la exótica y sensual ambientación en Grecia y sus carismáticos protagonistas, impecablemente incorporados por el trío actoral, no encuentran reflejo en un guión algo raquítico y sin apenas intriga, con lagunas y exceso de convenciones que lastran la credibilidad de su desarrollo argumental, en el que la lucha de dos hombres con pasados turbios por una mujer no tan voluble como pudiera parecer, no encuentra el estudio psicológico que irradie la fuerza y la emoción que la situación exige. El entretenimiento está garantizado gracias a su estilo vintage y unos ingredientes inmejorables entre los que destaca una magnífica banda sonora de Alberto Iglesias, una vez más centrada en la cuerda vibrante y amenazante que tan bien sabe manejar, a la que añade la cítara para crear uno de sus temas de amor más potentes y sentimentales. Falla la necesaria identificación con unos personajes que sufren más de lo que se demuestra en pantalla; falta humor en el diseño de sus fullerías y traiciones, y falta sobre todo algo de intriga que contrarreste la carencia de tensión psicológica entre los vértices de este decadente e infortunado trío amoroso o sexual.
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