Dirección Bill Condon Guión Jeffrey Hatcher, según la novela de Mitch Cullin “A Slight Trick of the Mind” Fotografía Tobias A. Schliesser Música Carter Burwell Intérpretes Ian McKellen, Laura Linney, Milo Parker, Hiroyuki Sanada, Hattie Morahan, Patrick Kennedy, Roger Allam, Frances de la Tour, Philip Davis, Takako Akashi, Michael Culkin Estreno en el Festival de Berlín 8 febrero 2015; en Reino Unido 19 junio 2015; en España 21 agosto 2015
Foco de enorme atracción a lo largo de la historia del cine, Sherlock Holmes ha trascendido a la propia creación de Arthur Conan Doyle para convertirse en un personaje de culto y dominio público objeto de todo tipo de adaptaciones, elucubraciones, atrevimientos y fantasías. Las cuatro novelas en las que aparece y los relatos contenidos en otros cinco libros han sido adaptados desde los inicios del cinematógrafo, siendo las más recordadas las protagonizadas por Basil Rathbone desde 1939 a 1946 y ambientadas en época contemporánea. Curiosamente este nuevo perfil del famoso inquilino del 221B de Baker Street se ambienta un año después, ahora no como licencia creativa sino por esos 93 años que habría de contar si nos atenemos a los datos contenidos en las novelas, que fechan su nacimiento en 1853. De los más de cien títulos, entre cine y televisión, que se han encargado del personaje destacan algunos que no beben directamente de la pluma de su creador, como es el caso de Mr. Holmes, una película emparejable con La vida privada de Sherlock Holmes de Billy Wilder, porque como ella traza un perfil humano del inteligente detective; y con Dioses y monstruos, porque dirigida también por Bill Condon, responsable de El quinto poder, protagonizada por un Sherlock televisivo, Benedict Cumberbatch, y el fabuloso musical Dreamgirls, traza el retrato de alguien extraordinario, en aquel caso el director de Frankenstein, James Whale, para subrayar temas tan atractivos e inquietantes como el deseo o el desenlace. Mr. Holmes no es una película sobre la ancianidad del personaje a partir de una novela de Mitch Cullin que retoma su vida justo donde Doyle la abandonó, en plena Primera Guerra Mundial. Es más bien un ensayo sobre el consuelo de la ficción y la delgada línea que la separa de la realidad. Por eso echa mano de un personaje cuya residencia es objeto de peregrinaje turístico, como si realmente hubiera vivido allí, hubiera existido. Condon y Cullin juegan con la ficción dentro de la realidad dentro de la ficción, convirtiendo al Dr. Watson en autor, y no Doyle, de las aventuras de Holmes, licencias poéticas incluidas. Y es también un trabajo sobre el desenlace, el destino final, ese que no perdona a nadie y que marchita a cualquiera aunque su pérdida sea la de una mente tan privilegiada y excelsa como la de este adivinador y maestro de la conclusión y la consecuencia. El espectador podrá encontrar en esta elegante y sobria película parecidos razonables con títulos como Las horas, donde la creación literaria se erige en tema principal, jugándose también a varios tiempos con un afán igualmente conciliador y conclusivo. No será extraño tampoco que le venga a la memoria las persecuciones de James Stewart a Kim Novak en Vértigo, la fascinación que ésta ejerce en su investigador y el engaño del que será víctima. Todas ellas referencias que enriquecen esta pieza camerística con la que asistimos a un festín de interpretaciones excelentes, no sólo de un Ian McKellen soberbio sino también una Laura Linney metamorfeseada en Emily Watson, así como el niño Milo Parker, con el que Holmes entabla una preciosa relación a través de una de sus grandes pasiones, la apicultura; una amistad con la que huye de esa soledad que se hace menos llevadera cuanto más cerca estamos del final. Por cierto, Holmes jovencito y anciano, ambos fruto de la fantasía extraoficial sobre el personaje, se dan la mano en la secuencia del cine, con un Sherlock incorporado en la pantalla en blanco y negro por Nicholas Rowe, que en 1985 dio vida al detective en El secreto de la pirámide, una película dirigida por Barry Levinson y producida por Spielberg que podríamos considerar precursora del universo Harry Potter.
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