USA 2015 116 min.
Dirección Guy Ritchie Guión Scott Z. Burns y David C. Wilson, según la serie creada por Sam Wolfe Fotografía John Mathieson Música Daniel Pemberton Intérpretes Henry Cavill, Armie Hammer, Alicia Vikander, Elizabeth Debicki, Hugh Grant, Jared Harris, Christopher Sciveref, Susan Gillias, Luca Calvani, Nicon Caraman Preestreno en Barcelona 2 agosto 2015; estreno simultáneo en Reino Unido, Estados Unidos y España 14 agosto 2015
Guy Ritchie no nos tiene acostumbrados a grandes películas. Sus primeros largometrajes, Snatch: Cerdos y diamantes y Lock & Stock fueron muy aplaudidos especialmente por su frescura y desparpajo; retomó el estilo con RockNRolla tras fracasar estrepitosamente con un bodrio para el supuesto lucimiento de su entonces esposa Madonna, Barridos por la marea; y triunfó finalmente en taquilla con las estrepitosas y cargantes dos entregas de su Sherlock Holmes particular, protagonizadas por Robert Downey jr. Al mando de la adaptación cinematográfica de las aventuras televisivas de Napoleón Solo, que aquí y en Latinoamérica se llamó El agente de CIPOL, no cabía por lo tanto esperar mucho. Sin embargo ha sorprendido con el carácter ligero, desenfadado y hasta elegante de esta superproducción de espías en plena Guerra Fría. Henry Cavill, el último Superman, retoma el papel que hizo célebre a Robert Vaughn, mientras el corpulento Armie Hammer, amante de Edgar Hoover en la película de Clint Eastwood, da vida a Ilya Kuryakin, el agente ruso que hizo famoso a David McCallum en la década de los sesenta. A ellos se une Alicia Vikander, joven actriz sueca a la que hemos visto en Un asunto real y Ex-Machina, con un personaje trasunto del que encaraba Stephanie Powers en La chica de CIPOL, en este equipo de agentes y superespías americanos, rusos y británicos unidos para combatir a un enemigo común que pretende aprovechar la coyuntura política para hacerse con el poder global. En este bando conviene destacar a Elizabeth Debicki, una imagen a lo Paris Hilton pero con mayor talento interpretativo. Surgido de la mente de Ian Fleming, cuyo malo original en Goldfinger debía ser un tal Mr. Solo, Ritchie acierta al dar al conjunto el aspecto de un James Bond de los interpretados por Connery en la época que retrata por cierto de forma magistral. Naturalmente el diseño de producción y el departamento tecnológico son más sofisticados, y Ritchie, ayudado por un impecable equipo técnico y artístico, logra imbuir al conjunto de glamour y puro y sano entretenimiento. Alguna esporádica caída de ritmo y tensión no empaña el resultado general, altamente satisfactorio.
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