Dirección Calin Peter Netzer Guión Cezar Paul Badescu, Calin Peter Netzer e Iulia Lumanare, según la novela “Luminita, mon amour” del primero Fotografía Andrei Butica Intérpretes Diana Cavallioti, Mircea Postelnicu, Carmen Tanase, Vasile Muraru, Adrian Titieni, Tania Popa, Igor Caras-Romanov, Ionut Caras, Ioana Flora, Vlad Ivanov, Iulia Lumanare, Razvan Vasilescu Estreno en el Festival de Berlín 17 febrero 2017; en Rumanía 3 marzo 2017; en España 25 agosto 2017
En los últimos tiempos raro es el año que no se estrena al menos dos importantes películas rumanas en nuestra cartelera; éste ha sido el de Los exámenes y ahora esta desgarradora cinta. Calin Peter Netzer pertenece ya por derecho propio a esa generación de realizadores rumanos que han creado una nueva cinematografía con señas de identidad muy características, que encabezan Christian Mungiu (director precisamente de Los exámenes) y Cristi Puiu. Quizás el hecho de haber ganado hace cuatro años el Oso de Oro en Berlín con la espléndida Madre e hijo, haya jugado a la contra para hacerse de nuevo con ese galardón en la pasada edición del festival con esta excelente película con méritos de sobra para lograr esa hazaña. Se tuvo que contentar con un Oso de Plata a la mejor contribución artística para el montaje de Dana Bunescu, y es que la estructura del film juega un papel muy importante en su eficacia narrativa y el análisis y disección que de una relación sentimental muy particular representa. En este sentido la película se asemeja bastante al clásico de Stanley Donen Dos en la carretera, que protagonizaron Audrey Hepburn y Albert Finney en 1966. Las idas y venidas en el tiempo de una pareja desde que se conoce hasta que la rutina los separa irremediablemente, sin orden cronológico, sería el trasunto también de un film en el que los peinados juegan un papel muy importante, no sólo para marcar época y edad, sino identificar estados de ánimo y seguridad personal. La diferencia entre una y otra película, además de estilo e intención, es que el detonante de la crisis no es sólo el paulatino aburguesamiento sino la pérdida de la dependencia que representaba el eje de un equilibrio desigual e injusto. Mircea Postelnicu interpreta magistralmente a un joven idealista y seductor de abundante y despeinada melena que encuentra en la desequilibrada y traumatizada Ana, espléndida Diana Cavallioti, un motivo para ejercer la misma sobreprotección que la madre ejercía sobre el hijo en el anterior y premiado título del joven realizador. La injerencia de las familias, del pasado, de la Iglesia (estupenda la secuencia de la confesión), la medicina (la guionista del film se reserva el papel de ginecóloga) y la psicología (Adrian Titieni, el padre de Los exámenes, escucha los episodios, recuerdos y sueños del protagonista, ya calvo, despechado y desconsolado), van mermando cada vez más una relación caduca, marchita casi desde ese inicio apasionado (explícito) como cualquier relación que se empieza con toda la certeza e ilusión del mundo. Pero como casi todo lo que llega de estos países, tendemos a hacer una segunda lectura, política, de la narración, que en este caso podría referirse a un país que no ha curado sus heridas, aún traumatizado por su pasado, al que asirse en puro afán de reconstrucción y protección, pero que decepciona y se deja llevar a la deriva, arrastrando todo lo que encuentra en su camino. ¿Crisis de pareja o crisis política? De cualquier forma la tesis expuesta, la desesperanza del amor, el invento de la pareja, el inevitable fracaso de la vida en común, responde como tantas veces a los caprichos del guión, en este caso de la novela en que se basa. Porque la historia hubiera sido diferente si los sacrificios asumidos no hubieran dado lugar a reproches en el futuro, si la sinceridad, la confianza y el compromiso hubiesen marcado la relación, y si el verdadero amor se hubiera impuesto sobre los egoísmos personales. Da que pensar.
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