viernes, 25 de agosto de 2017

ISABEL JIMÉNEZ MONTES, TOMMASO COGATO Y PROFETAS EN SU TIERRA

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Isabel Jiménez Montes, violín. Tommaso Cogato, piano. Programa: Sonatina Op. 100, de Dvorák; “De mi patria”, de Smetana; Sonata nº 3 Op. 45, de Grieg. Jueves 24 agosto 2017

Que el pianista italiano Tommaso Cogato se ha convertido en los últimos años en un agente imprescindible del panorama musical sevillano es un hecho consumado, y lo demuestran conciertos como el del jueves noche, un proyecto que apuesta por dar a conocer en su tierra a intérpretes que triunfan fuera. Como tantas otras, Isabel Jiménez forma parte de una generación de excelentes músicos que han sabido aprovechar al máximo las posibilidades que le han brindado los integrantes de las estupendas formaciones musicales activas de nuestra ciudad, así como el torrente que ha supuesto desde hace más de una década el desembarco de la artillería de Barenboim y su ilustre séquito. Ya la descubrimos la pasada temporada defendiendo un estupendo Concierto de Mendelssohn junto a Michael Thomas y la Bética de Cámara, y la pasada noche en el Alcázar pudimos corroborar su sobrado talento, que le ha llevado a ser incluso concertino de una de esas disciplinadas y exigentes orquestas alemanas.

En el programa tres páginas dedicadas a celebrar la tierra amada, el lugar que vio nacer a sus compositores, dos bohemios y un escandinavo. Dvorák compuso su Sonatina Op. 100 en Nueva York, siendo la última de sus partituras acabadas en Estados Unidos. Su aparente simpleza y su inspiración fresca y espontánea encontró fieles traductores en los esmerados intérpretes, si bien a la joven violinista le faltó mostrar con mayor énfasis el característico estilo de las melodías bohemias que el autor combinó con las de inspiración india, de cuyo Larghetto se ofreció una versión cargada de sentimiento y emotividad. Justamente reconocido como padre de la música nacionalista checa, Smetana compuso Z domoviny (De mi tierra natal) cuando ya hacía años que había perdido el oído, a pesar de lo cual se trata de dos piezas de carácter amable y relajado, con las que Jiménez Montes volvió a brillar más con sus pasajes románticos y líricos que con sus colores locales, que se quedaron cortos en expresividad aunque no en técnica y agilidad.

Ejecutado de un tirón, el programa se nos antojó extenuante para cualquier intérprete, mereciendo toda nuestra admiración especialmente para la violinista, que en la Sonata nº 3 Op. 45 que Grieg compuso, como las otras dos para esta combinación de instrumentos, en el último tramo de su vida, exprimió muy satisfactoriamente su carácter trágico e intensidad dramática. Con amplio protagonismo para los dos instrumentos, Cogato aprovechó para extraer también su particular carga nostálgica, brillando ambos en un allegro inicial sombrío y conflictivo, acentuando el carácter melódico del allegretto central, y la energía y ritmo del allegro final. Páginas que los autores dedicaron a su tierra e Isabel Jiménez ofreció a la suya, de la mano del muy generoso y carismático pianista.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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