Que el pianista italiano Tommaso Cogato se ha convertido en los últimos años en un agente imprescindible del panorama musical sevillano es un hecho consumado, y lo demuestran conciertos como el del jueves noche, un proyecto que apuesta por dar a conocer en su tierra a intérpretes que triunfan fuera. Como tantas otras, Isabel Jiménez forma parte de una generación de excelentes músicos que han sabido aprovechar al máximo las posibilidades que le han brindado los integrantes de las estupendas formaciones musicales activas de nuestra ciudad, así como el torrente que ha supuesto desde hace más de una década el desembarco de la artillería de Barenboim y su ilustre séquito. Ya la descubrimos la pasada temporada defendiendo un estupendo Concierto de Mendelssohn junto a Michael Thomas y la Bética de Cámara, y la pasada noche en el Alcázar pudimos corroborar su sobrado talento, que le ha llevado a ser incluso concertino de una de esas disciplinadas y exigentes orquestas alemanas.

Ejecutado de un tirón, el programa se nos antojó extenuante para cualquier intérprete, mereciendo toda nuestra admiración especialmente para la violinista, que en la Sonata nº 3 Op. 45 que Grieg compuso, como las otras dos para esta combinación de instrumentos, en el último tramo de su vida, exprimió muy satisfactoriamente su carácter trágico e intensidad dramática. Con amplio protagonismo para los dos instrumentos, Cogato aprovechó para extraer también su particular carga nostálgica, brillando ambos en un allegro inicial sombrío y conflictivo, acentuando el carácter melódico del allegretto central, y la energía y ritmo del allegro final. Páginas que los autores dedicaron a su tierra e Isabel Jiménez ofreció a la suya, de la mano del muy generoso y carismático pianista.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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