Dirección Paco Plaza Guión Paco Plaza y Fernando Navarro Fotografía Pablo Rosso Música Chucky Namanera Intérpretes Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Ana Torrent, Consuelo Trujillo, Sonia Almarcha, Maru Valdivieso, Leticia Dolera, Ángela Fabián, Carla Campra, Samuel Romero Estreno 25 agosto 2017
Mucho ha tardado en saltar a las pantallas el único caso policial documentado en nuestro país de fenómenos paranormales o poltergeist, ocurrido en Vallecas a finales de 1992. Después de una carrera centrada fundamentalmente, tanto en cine como en televisión, en el género de terror, y tras una brillante incursión en el cine de zombies con la saga Rec junto a Jaume Balagueró, Paco Plaza dirige este film con pleno dominio del género y sus coordenadas, lo que no siempre resulta una ventaja, volviéndose en contra de sus propias intenciones y limitando el producto final. Hace bien en fijar su atención en los personajes, diseñando un complejo perfil de mujer adolescente en el difícil camino hacia la madurez, obligada a asumir unas responsabilidades impropias de su edad, a la vez que observa un retraso alarmante en su desarrollo físico y sexual. Ella es la protagonista junto a un niño y dos niñas en estado de gracia, portentos de naturalidad y a quienes los guionistas han dedicado unas líneas de diálogo en perfecta conjunción con sus infantiles capacidades. El resto son más arquetípicos, con una madre estresada e incapaz de ejercer como tal, a quien Ana Torrent da vida sin que su pasado de niña actriz en films antológicos como El espíritu de la colmena o Cría cuervos añada nada a la función, por mucho que algunos se empeñen en relacionarlo. El elenco de monjas, profesoras del colegio donde la niña recibe una educación basada en creencias y supersticiones, cumplen adecuadamente, mientras la más vieja y ciega añade ese componente misterioso, cuya sabiduría advierte de los peores augurios, pero que se presenta algo pasada de rosca, con acento andaluz forzado para añadir folclore al asunto. Plaza echa mano así de ese imaginario típico del género, del que parece no querer renunciar pese a logros evidentes de ambientación y localización, incluido ese amenazante edificio de humilde perfil, hábilmente fotografiado. Pero el problema principal de la cinta es que se ve en la distancia, sin que esa soledad atisbada en la niña protagonista llegue realmente a conmover, ni las terribles experiencias a las que queda expuesta logren inquietar lo suficiente. Las sombras como recurso amenazante, y el espiritismo en fascículos tan propios de la época, se encuentran entre los detalles más conseguidos. Realizada sin duda alguna con elegancia y algo de contención en su primer tramo, el batiburrillo de efectos y sonidos a los que inevitablemente deriva, con homenajes explícitos a Ibáñez Serrador en la televisión y al giallo italiano en la música, no aportan gran cosa a una oferta que se quiere basada en hechos reales, pero de los cuales apenas quedan documentados unos cuantos, siendo el resto producto de la cinefilia más recurrente, una especie de Poltergeist ambientado en Vallecas y no en uno de esos barrios periféricos de cómodas casas americanas, o mansiones góticas tan propias del género.
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