viernes, 17 de junio de 2022

DE UN BRAHMS EXQUISITO A OTRO MÁS VEHEMENTE

9º concierto del ciclo Gran Sinfónico de la Temporada nº 32 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, dirección. Programa: Sinfonías nº 3 en fa mayor Op. 90 y nº 4 en mi menor Op. 98, de Brahms. Teatro de la Maestranza, jueves 16 de junio de 2022


No se trata del último concierto de la ROSS de esta temporada, pero sí del último de su director titular hasta la próxima. La semana que viene será su director honorífico, Michel Plasson, quien se ponga a las riendas de la orquesta para esta vez sí decir adiós a la temporada sinfónica hasta septiembre próximo. Soustrot cumplió con este concierto su intención de dirigir las cuatro sinfonías de Brahms en entregas de dos a dos. Las nº 1 y 2 las dirigió con notable tino y acierto hace dos meses, y anoche revalidó su dominio y comprensión de la literatura del compositor alemán rubricando un concierto memorable y plenamente satisfactorio. La experiencia sirvió además para constatar que los más grandes ni cansan ni aburren, que no importa cuántas veces se programen las mismas piezas, si tienen esta hondura y maestría, siempre acaban siendo bienvenidas. Si encima apreciamos nuevos resortes y matices en su interpretación, el resultado acaba siendo aún más conveniente y bien recibido.

No fue el arranque de la afamada Sinfonía nº 3 precisamente un dechado de virtudes; sonó lánguida, incluso flácida, en sus primeros acordes. Nada que la sabia batuta del francés y la profesionalidad de la plantilla no supieran resolver casi de inmediato, ofreciéndonos un primer movimiento expansivo, de reconocibles ribetes wagnerianos, agitado y apasionado, pero siempre desde una estética donde lo que primó fue lo exquisito, la elegancia y la delicadeza, sin grandes aspavientos ni énfasis dramáticos, muy apropiado para ese cariz otoñal que se presume a la página. Todo fue serenidad, equilibrio y profunda contemplación en el dulce andante, con un trabajo sobresaliente de las maderas y un recorrido armónico en la coda particularmente rico y variado. El célebre poco allegretto resultó un prodigio de espíritu agridulce, doloroso en la cuerda, determinado en la trompa y el oboe, y sin atisbo de esa languidez con la que otros lo abordan. Exultante, siempre desde esa delicadeza apuntada, resultó el allegro final, sin rigidez, siempre inquieto y solemne, ardiente y deslumbrante pero sin perder la serenidad, y haciendo especial énfasis en su meditativa y alargada coda, donde unas oportunas dosis de fantasía parecieron añadir nuevos matices a la conocida página.

La Sinfonía nº 4, por tantos considerada la mejor del ciclo, se resolvió con otro ánimo, con más vehemencia. Soustrot dejó bien clara, ya desde un principio, su férrea arquitectura, y eso que también aquí el arranque exhibió unos inoportunos desajustes entre la cuerda y el resto de la plantilla, que se repitieron en la reexposición del primer tema para no aparecer más. El espíritu barroco que informa la partitura y la pasión romántica que la anima, encontraron en esta versión de Soustrot la combinación perfecta, sin artificios ni imposturas, con naturalidad y capacidad reflexiva. Aquí quedaron manifiestamente expuestas las virtudes de una página que rememora lo arcaico pero abre puertas al futuro. Dvórak y Mahler asomaron en la sabia dirección y la brillante respuesta de la orquesta, con un trabajo una vez más impresionante en la cuerda grave, especialmente los ocho contrabajos que reforzaron la grandeza de la partitura. Al primer movimiento, inquieto y dinámico, siguió un andante místico y casi religioso, propenso en transformaciones densas y potentes, y un scherzo animado por una alegría ambigua, impetuoso y marcadamente rítmico. Así hasta desembocar en la chacona final, más de treinta variaciones cuya frescura y naturalidad quedan en manos de la pericia del director. Un flujo de ideas y detalles perfectamente cohesionadas y ensambladas que desembocaron en un final de enorme envergadura trágica, como una fuerza de la naturaleza que Soustrot y una brillante ROSS supieron dosificar con incontestable maestría.

Fotografía: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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