Guion y dirección Jonás Trueba Fotografía Santiago Racaj Intérpretes Itsaso Arana, Vito Sanz, Francesco Carril, Irene Escolar Estreno 17 junio 2022
Jonás Trueba lo mismo necesita cuatro películas para contar los problemas de la juventud de hoy en clave documental, para luego perder su esencia y virtud al condensarlos en un solo trabajo (Quién lo impide), que se basta con una hora escasa para poner sobre el tapete un sinfín de cuestiones relacionadas con la delgada línea que separa la ficción de la realidad, los valores adoptados como dogmas de fe por una sociedad fuertemente aburguesada, la antropotécnica o influencia del hombre sobre la tierra y la vida para mejorar nuestras experiencias a través del desarrollo técnico, o las ventajas de vivir en la gran ciudad o evadirse de ella para encontrar la tranquilidad y la esencia de la vida en el mundo rural, algo muy cotizado tras la pandemia sufrida.
Todo esto cabe en el cóctel que el paradójicamente muy aburguesado hijo del Fernando, y a menudo rancio en el universo que plantea, prepara siguiendo unas pautas poco habituales en nuestro cine, tan habituado a seguir modas y líneas estéticas y temáticas a menudo importadas de otras cinematografías. A pesar de su corta duración, Trueba se deleita en sus personajes y situaciones, dilatando unas y sometiendo a largos primeros planos a los otros, mientras se sirve de la música para ilustrar los diversos acontecimientos, desde un encuentro en un café jazz madrileño al son de Chano Domínguez, a un viaje en tren al ritmo de Bill Callahan, pasando por un paseo nocturno por las calles de Madrid ilustrado por Bill Frisell, u otro a través del campo con música de Gregóire Mairet.
Mientras, la poesía de Olvido García Valdés, recitada por ella misma, nos invita a reflexionar sobre esa tenue separación entre ficción y realidad al que toda la empresa parece ir encaminada, incluida una original secuencia final, y la filosofía de Peter Sloterdijk nos anima a cambiar de vida. El título del film sirve a la vez como reclamo publicitario, mientras sus actores y actrices se prestan una vez más a sus romehrianos juegos dialécticos, como ya lo hicieron en Los ilusos y Los exiliados románticos (Sanz y Carril), La reconquista (Carril y Arana), y La virgen de agosto (Arana y Sanz); Escolar aparece así como una nueva aportación al particular y un poco pedante universo de este joven y a la vez viejo observador de estirpe cineasta.
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