sábado, 11 de junio de 2022

FANTASÍA POR LA ROSS: BALLENAS EN EL CIELO

Fantasia Live in Concert. Concierto extraordinario de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Alfonso Casado, director. Programa: Fragmentos de las películas Disney Fantasía y Fantasía 2000, con música de Beethoven, Chaikovski, Stravinski, Debussy, Elgar, Ponchielli, Dukas, Respighi y Saint-Saëns. Teatro de la Maestranza, sábado 11 de junio de 2022

Foto: Marina Casanova

Hay muchas maneras de acercarse a la música clásica y dejarse embaucar por la inmensamente satisfactoria experiencia que deja su seducción y deleite. Algunos lo hicieron a partir de unas grabaciones que en su día se consideraron horteras, las de Louis Clark y la Royal Philharmonic a ritmo de discoteca, que llevaban por nombre Hooked on Classics, o antes de la mano de Waldo de los Ríos y sus adaptaciones sinfónicas al pop, entre ellas la mítica Canción de la alegría entonada por Miguel Ríos. Otros lo hicieron a través de la música de cine, que en los ochenta se retrotrajo a la tradición sinfónica vienesa de los pioneros de Hollywood. Hubo quienes la descubrieron gracias a la obra maestra que Disney produjo a principios de los cuarenta, Fantasía, de la que sesenta años después se estrenó su secuela Fantasía 2000. De ambas producciones se ha hecho una selección de hora y media para ser proyectada al son de los atriles de una orquesta sinfónica, en este caso la ROSS. Se trata de una práctica ampliamente difundida en las últimas décadas, y que ha sacado brillo a partituras de John Williams (E.T.) o Bernard Herrmann (Con la muerte en los talones, Vértigo), por poner algunos ejemplos. No es exactamente el caso de las películas mudas a las que la Sinfónica ha prestado voz antaño (La revoltosa, Carmen de Cecil B. de Mille) o más recientemente (El chico, Luces de la ciudad), tampoco el de este feliz experimento, sí por el contrario el que nos brindó el especialista Anthony Gabriele y la Orquesta Sinfónica Camera Musicae justo antes del confinamiento en el Auditorio de la Cartuja con Un americano en París, donde la banda sonora orquestal fue sustituida literalmente por la interpretada en perfecto estilo por la orquesta en directo.

Desconfiamos de la decisión de reducir este Fantasía en vivo a públicos infantiles o familiares. Lo sé por experiencia, que hace treinta años llevé a mi sobrino a ver la película al extinto Cine Rialto y acabamos en la calle antes de terminar ante la exasperación del niño y el público que tuvo la desgracia de aguantarlo. Nunca fue la película de 1940 concebida para estos espectadores, sino más bien una delicatesen para melómanos y amantes del arte y la cultura en general, por lo que hubiésemos quedado más satisfechos de haberse programado una tercera sesión enfocada solo a estos últimos, lo que de paso habría propiciado un mayor respeto por el impagable trabajo de los maestros y maestras de la orquesta, y la magnífica labor del incombustible y cada vez más y mejor acreditado director alcalareño Alfonso Casado. Bienvenida sea de todas formas cualquier iniciativa enfocada a incentivar el gusto por la gran música, y en estos dos films hay una buena, nutrida y variada selección de ella.

Stokowski y Levine recreados

Los arreglos que Leopold Stokowski hizo de cada pieza seleccionada para reducirla y adaptarla a las necesidades de animación, sonaron en la ROSS con una nitidez y una magnificencia al alcance solo de los conjuntos más consolidados. De ellos destacaron especialmente la Pastoral de Beethoven, ilustrada de forma harto melosa y con una estética muy del gusto machista de la época, pero que en los atriles de la orquesta brilló con entidad propia. Muy precisa y ajustada en tiempo y ritmo estuvo la selección del Cascanueces de Chaikovski, un derroche de imaginación al que Casado prestó un considerable talento para el colorido y la imaginación. También la Danza de las horas de la ópera La Gioconda de Ponchielli encontró en la Sinfónica una respuesta entusiasta y enérgica, mientras para El aprendiz de brujo de Dukas, la pieza más icónica de la colección, se reservó todo el ímpetu y la fuerza expresiva imaginable. La sorpresa llegó de la mano del Claro de luna de Debussy, un fragmento descartado en su día de la película y que encontró en la batuta y la orquesta una interpretación henchida de poética delicadeza. Echamos en falta la agresividad de la Noche en el Monte Pelado de Mussorgsky y la oportunidad de recrearse con los dinosaurios de La consagración de la primavera de Stravinski, así como esa memorable introducción al ritmo de Tocata y fuga de Bach que Stokowski hizo suya con su propia orquestación. En su lugar la experiencia vino prologada por el primer movimiento de la Quinta de Beethoven, correspondiente a la segunda de las películas homenajeadas. Atrás quedó la regrabación que Irwin Kostal hizo de la partitura para su reposición en los ochenta, y que no fue tomada en cuenta por la sabia batuta del reputado director sevillano.

El espectáculo sirvió también para revalorizar Fantasía 2000, una película que en su día pasó sin pena ni gloria y que la crítica despreció a la sombra de su ilustre precedente. Pudimos comprobar en esta ocasión la riqueza y colorido de su animación, pero también la belleza de las piezas elegidas, y sobre todo sus emocionantes mensajes ecologistas, tan presentes en el fragmento de Stravinski El pájaro de fuego y esa conmovedora regeneración de la tierra, sus valles y ríos tras la hecatombe producida por la lava de un volcán, y sobre todo el de Respighi, con esos Pinos de Roma evocando la grandeza de las criaturas del planeta y recordándonos que los hombres ni somos el centro del universo ni quienes más merecemos sus privilegios, sino más bien los mayores depredadores que lo habitan. Simplemente esas ballenas emergiendo de los mares helados del Ártico y elevándose en elegante marcha sobre los cielos, conmueve más que cualquier otro alegato ecologista al respecto. También aquí Casado acertó a recrear las orquestaciones de James Levine, entonces responsable de la Metropolitan Opera de Nueva York y caracterizado por su trazo más bien grueso y alejado de cualquier atisbo de delicadeza, lo que se hizo especialmente patente en la decibélica combinación de las marchas de Pompa y circunstancia de Elgar que ilustran un Arca de Noé protagonizado por el Pato Donald. Fuera quedaron episodios como esa Rapsodia en blue de Gershwin, quizás uno de los más logrados a nivel de animación de la cinta, o ese Soldadito de plomo que danza al ritmo del Concierto para piano nº 2 de Shostakovich, que en ambos casos hubieran requerido la intervención de un o una pianista con talante solista. Sí se salvó el final del Carnaval de los animales de Saint-Saëns, ofrecida como propina también ilustrada, tras la merecida ovación de un público con profusa participación de niños y niñas no todas de impecable comportamiento. De cualquier modo fue un concierto-película memorable y una nueva y a buen seguro gratificante experiencia para la plantilla de la orquesta. Por cierto, me volvió a acompañar mi sobrino, que esta vez disfrutó inmensamente.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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