lunes, 13 de febrero de 2023

LAS PAREDES HABLAN Saura inquieto, dinámico y vitalista

España 2022 75 min.
Dirección
Carlos Saura Guion José Morillas y Carlos Saura Fotografía Juana Jiménez y Rita Noriega Música Alfonso G. Aguilar Documental Estreno en el Festival de San Sebastián 20 septiembre 2022; en salas 3 febrero 2023

A solo tres días de su súbito fallecimiento, y después de que se pudiera ver en el Festival de Sevilla, resulta imposible acercarse a este su testamento cinematográfico (a falta de que alguien decida terminar su último proyecto, centrado en Johann Sebastian Bach) sin la emoción y la admiración que suscita alguien tan grande que ya no está entre nosotros. Con más de cuarenta largometrajes a sus espaldas, la mayoría reconocidos en palmarés a lo largo y ancho del planeta, no deja de ser extraordinario que su mirada continuara siendo tan inquieta y fresca, cuando apenas hará un año que rodaría este documental y aparece en él con una energía y una vitalidad que le habrían vaticinado al menos una década más de vida, alcanzando así los mismos cien años que cumplía Rafaela Aparicio en la célebre película del 79.

Auxiliado por especialistas de la talla del pintor Miquel Barceló, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga y uno de los recreadores de la copia de Altamira que actualmente es la que se puede admirar en Santillana si no se ha tenido la suerte de formar parte de los restringidos grupos que de vez en cuando pueden entrar en la cueva real, Pedro Saura, que no guarda ninguna relación con el director aragonés a pesar del apellido, el cineasta se adentra en esta fascinante aventura que dialoga entre las pinturas rupestres y los grafitis contemporáneos. Con esa mirada inquieta e inocente y un respeto extremo a sus interlocutores, Saura va por el camino hablándonos de muchas cosas, dentro de una narrativa que amasa con acierto e inteligencia cuestiones como la igualdad entre los sexos o la individualidad del artista, su soledad y su encuentro y a veces lucha con el mundo que le rodea y del que se hace eco. Una individualidad que analizan los expertos en paleontología y exhiben los grafiteros, cuyo origen neoyorquino, todavía hoy cultivado, consistía en rotular tu nombre por doquier, dejando constancia de que estuvieron allí.

A través de la pintura bailada de Suso 33 o los colores vivos y brillantes de Musa 71, celebramos este en definitiva canto a la vida lleno de energía e ilusión, la de alguien que antes de recibir ya a título póstumo el Goya Honorario, había sido distinguido por su prolífica y rica carrera en los Premios del Cine Europeo en 2004 y en Málaga el año pasado. De su carácter afable se hace eco esta película y la fotografía que deseo compartir con ustedes en esta reseña, donde aparecemos juntos hace casi veinticuatro años en el Hotel Los Lebreros a propósito de unos encuentros periódicos con cineastas que promovía por aquel entonces la Asociación de Escritores y Escritoras de Andalucía en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla.


Si la salud no se lo hubiera impedido y Saura hubiese podido venir el pasado sábado a recoger su premio, alguien podría haber tenido el acierto de pasearlo por la ribera del Guadalquivir a su paso por la calle Torneo, y quizás se hubiese quedado prendado de los magníficos grafitis que atesora, algunos de contenido tan cinematográfico como el dedicado a Woody Allen. Otro paseo por el Polígono San Pablo le hubiese dado la oportunidad de descubrir los extraordinarios murales que lo embellecen. Habría comprobado así que no solo de Sevillanas y Flamenco vive esta ciudad a la que tanto amó a tenor de esos dos magníficos musicales.

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