Argelia-Francia 2022 98 min.
Guion y dirección Mounia Meddour Fotografía Léo Lefèvre Música Maxence Dussere y Yasmine Meddour Intérpretes Lyna Khoudri, Rachida Brakni, Nadia Kaci, Hilda Amira Douaouda, Meriem Medjkane, Zarah Manel Doumandji, Sarah Hamdi, Marwan Fares Estreno en el Festival de Málaga y en Francia 15 marzo 2023; en España 30 junio 2023
La directora Mounia Meddour y la actriz Lyna Khoudri vuelven a colaborar para un producto de similar corte e intención que el anterior, Papicha, sueños de libertad, pero de resultados bastante más ambiguos y discutibles, además de encorsetados. La película cuenta el periplo trágico de una joven que para sufragar los gastos de su preparación en baile clásico y comprarle algún capricho a su madre y profesora, apuesta en unas muy desagradables peleas de carneros mostradas insistente e innecesariamente al principio de la película, no recomendable para personas sensibles y animalistas.
Lo que sigue es una nueva metáfora de la libertad de la mujer en países poco proclives a reconocérsela, sustituyendo las telas de Papicha por las zapatillas y la voz muda de Houria. Pero lo cierto es que muestra una rutina femenina en la que cuesta ver esa opresión patriarcal que parece denunciarse, donde terapias de grupo, instalaciones deportivas y conjuntos de baile no combinan bien con las ansias de alguna de ellas por emigrar a algún país, en concreto España, donde poder ejercer su libertad y conseguir la felicidad. No cabe duda de que Argelia no es, ni siquiera tras la primavera árabe, el lugar idóneo para que las mujeres puedan ejercer sus derechos de igualdad, pero nada de esto se ve en una cinta donde se respira más libertad de la que cupiera pensar en unas circunstancias de creciente extremismo islámico.
Con sus bailes, de Chaikovski a Beyoncé pasando por el contemporáneo, y su luminosa fotografía, apenas se atisba el dolor y la tragedia de su joven protagonista, ante la desidia y el desinterés policial y político por hacer justicia frente a quienes un día fueron terroristas y hoy se les privilegia haciendo la vista gorda por razones de convivencia, aunque no precisamente con las mujeres. Con estas premisas e ingredientes, el producto acaba convirtiéndose en algo banal y carente de interés.
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