Francia-Bélgica 2024 178 min.
Guion y dirección Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, según la novela de Alexandre Dumas Fotografía Nicolas Bolduc Música Jérôme Rebotier Intérpretes Pierre Niney, Bastien Bouillon, Anaïs Demoustier, Anamaria Vartolomei, Laurent Lafitte, Pierfrancesco Favino, Patrick Mille, Vassili Schneider, Julien De Saint Jean, Julie De Bona, Adèle Simphal, Stéphane Varupenne, Marie Narbonne, Bruno Raffaelli Estreno en el Festival de Cannes 22 mayo 2024; en Francia 28 junio 2024; en España 9 agosto 2024
El éxito de crítica, y de público al menos en su país de origen, de Los tres mosqueteros, ha propiciado que sus guionistas den el salto a la dirección con esta también adaptación de Alejandro Dumas. A pesar de su popularidad, El conde de Montecristo apenas ha disfrutado de adaptaciones cinematográficas destacables. Las más notables datan de 1934, protagonizada por Robert Donat y dirigida por Rowland V. Lee, que un año después realizaría su particular versión de Los tres mosqueteros, 1953 y una producción argentina con Jorge Mistral de protagonista, y 1961 con Louis Jourdan, a las que ahora se suma esta versión algo más dilatada y definitiva de la novela. Más suerte ha tenido en la televisión, donde ha conocido multitud de adaptaciones, muchas de ellas hispanoamericanas, como la que protagonizó Pepe Martín para el espacio Novela de Televisión Española a finales de los sesenta. Pero sin duda la versión más conocida es la que protagonizó también para la televisión Richard Chamberlain en 1975. Justo ahora, el director danés Bille August (Pelle el conquistador, La casa de los espíritus) está a punto de estrenar otra serie, protagonizada por Sam Claflin y Jeremy Irons como el abate Faria.
La densa trama urdida por Dumas en torno a la justicia y la venganza, y de cómo éstas se solapan cuando se nos escapan de las manos, exige una narrativa muy precisa, plagada de detalles y personajes, muy difícil de simplificar sin sacrificar parte de su convicción y credibilidad. La de Delaporte y La Petelliére es generosa en duración, tres horas que tienen el mérito de no resultar pesadas, disfrutarse del tirón como un efectivo entretenimiento, pero acusa la desventaja de abusar de la elipsis. Un trabajo quizás más peliagudo y conciso a la hora de respetar episodios y abandonar otros, podría haber redundado en una mayor plausibilidad de los acontecimientos, a los que se han añadido cuestiones de difícil digestión como es la, por otro lado, imprescindible caracterización del personaje titular.
Aún así, la esencia sigue ahí, por mucho que podamos apreciar cierto desequilibrio entre el drama, la aventura y la fantasía, ingredientes irrenunciables de la novela que quizás con un poco más de humor y ligereza hubieran podido generar un producto más cerca de la convicción que de la convención. Con todo, cabe admirar su suntuosa puesta en escena y maravillosa fotografía, obra de los mismos responsables del díptico que el año pasado se dedicó a Los tres mosqueteros. También merece destacarse el meritorio trabajo del elenco protagonista, con especial mención a los más jóvenes y a un Pierfrancesco Favino oculto tras las barbas y la mugre de Faria. Cabe aplaudir también que siga los episodios escritos por Dumas sin apenas invenciones, más que un par de detalles introducidos precisamente para aliviar esas impertinentes elipsis aludidas. Todo ello da como resultado una propuesta que se disfruta con interés y hasta entusiasmo, un entretenimiento eficaz y muy hermoso.
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