La Barroca acostumbra a programar sus conciertos con mucho criterio y coherencia. Esta vez se trataba de recrear la música que debía sonar en la corte berlinesa de Federico II, gran aficionado al arte y en particular a la música, con protagonismo especial del hijo más celebrado de Bach, Carl Philipp Emanuel, que ejerció durante mucho de clavecinista particular del tercer rey de Prusia. Para la ocasión se invitó a quien empezó su andadura de éxitos y reconocimientos hace apenas unos años de la mano precisamente de la Barroca de Sevilla, ciudad donde nació hace treinta y un años y donde fue distinguido con la beca de la Asociación de Amigos y Amigas de la orquesta hace cuatro. Se trata de Víctor García García, que el pasado año recibió otra importante distinción, el primer premio en la categoría de violonchelo y violonchelo barroco del concurso Johann Sebastian Bach de Leipzig. Actualmente es profesor de violonchelo histórico en el Conservatorio de la Hogeschool voor de Kunsten de Utrecht.
En los atriles dos sinfonías y un concierto del hijo de Bach, interpretadas por la Barroca con su habitual vehemencia, esta vez bajo la atenta dirección de García García, que no prescindió en ningún momento del instrumento, haciéndolo sonar de espaldas al público cuando no participaba como solista. Mucho ímpetu, mucho contraste y mucho músculo en las sinfonías, demasiado para nuestro gusto, y un acompañamiento a menudo esquemático al solista en los conciertos, fueron a nuestro juicio las notas predominantes en esta interpretación a la que, siempre según nuestro criterio, faltó algo más de emotividad y de sensualidad, más morbidez en aquellos pasajes que lo demandan, y en general mayor flexibilidad y fluidez.
Por parte del reputado violonchelista, rara vez pareció buscar la belleza del sonido, más bien resultó igualmente agresivo y en cierta manera desaliñado, quizás sus particulares cartas de presentación, primando los colores y los fuertes contrastes, además de un sonido rugoso y áspero, en su forma de atacar el instrumento. Apreciamos por otro lado cierta amplitud de maneras al afrontar algunos pasajes, silencios muy elocuentes y significativos, y hasta una conmovedora liturgia en los movimientos lentos, especialmente en el hermoso largo del Wq.172, seguramente el concierto para violonchelo más famoso de C.P.E. Bach. En sus frecuentes y vertiginosas agilidades resultó también algo desaliñado, incluso un poco desafinado en los extremos más agudos, sin que eso pareciera importarle dentro de esa búsqueda de la espontaneidad la frescura inmediata. Reconocemos que estas impresiones se alejan de las que cosechamos cuando debutó en 2015 junto a la ROSS o cuando interpretó ese mismo concierto Wq.172 junto a la Orquesta del Otoño Barroco en 2021.
De esta forma, quizás fuera la Sonata de Boccherini lo que más entusiasmo nos suscitó, una original pieza en la que el violonchelo dialoga fluidamente con el otro violonchelo en liza, el que forma junto al clave el continuo de apoyo. A esta tarea se prestó el siempre eficiente y refinado Aldo Mata. Juntos protagonizaron algunos de los pasajes más evocadores y conmovedores de la noche, con el acompañamiento imprescindible y siempre meticuloso de Alejandro Casal. A pesar de nuestras tibias consideraciones, el regreso de García García a la Barroca resultó triunfal, al menos así se lo transmitió el numeroso publicado convocado al efecto.
Fotos: Luis Oller



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