Teatro de la Maestranza. Jueves 10 de mayo de 2012
Christoph Campestrini |
Dos compositores rusos de estética diferente pero inquietudes parecidas coparon este concierto. Ambos cultivaron estilos amables y atormentados cuando las circunstancias lo propiciaron, y de cada uno de ellos se ofreció una de esas dos facetas, si bien la batuta sólo acertó parcialmente a diferenciarlas, gracias fundamentalmente a su fidelidad a los pentagramas.
Tan apacible y relajante como su estancia en los balnearios donde la concibió y compuso, la Suite Mozartiana supone una reencarnación del pasado en una obra contemporánea de Tchaikovsky, que el director austriaco abordó de forma elegante y fiel a su espíritu pero sin trascender su propia banalidad. Quedó constancia del especial interés de las variaciones de la cuarta parte, que el concertino invitado Klaidi Sahatci desplegó con notable virtuosismo y sensibilidad.
Mayor reto presentaba la pieza de Shostakovich, regreso al final de su vida a un lenguaje atonal y relativamente avanzado desde que a mitad de los 30 sufriera la censura soviética con su Sinfonía No. 4 y la ópera Lady Macbeth de Mtsensk. El reto fue superado por la agilidad con la que fue atendida la partitura, sin estridencias ni caídas de tensión, dominando sus continuos cambios de compás aunque con inconvenientes destellos de blandura tratándose de una partitura que habla de muerte y lucha por la liberación del hombre. La voz profunda y sobria de Orlov, que fue Felipe II en Don Carlo la pasada temporada, estuvo más cerca de las tinieblas que protagonizan la obra que la muy hermosa de Lojendio, acaso demasiado poética y menos intensa de lo deseable.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 12 de mayo de 2012
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