USA 2013 150 min.
Dirección Gore Verbinski Guión Ted Elliott, Terry Rossio y Justin Haythe Fotografía Bojan Bazelli Música Hans Zimmer Intérpretes Johnny Depp, Armie Hammer,
Helena Bonham Carter, Tom Wilkinson, William Fichtner, Barry Pepper, Ruth Wilson,
James Badge Dale Estreno en España 21 agosto 2013
El cine americano actual es tan insolente que pretende que cada rescate de personajes o historias ya tratadas sea mejor y definitivo, para en realidad estrellarse estrepitosamente. La nueva producción de Gore Verbinski, tras el Oscar conseguido a la mejor película de animación hace un par de ediciones por Rango, peca precisamente de esto. Nos cuenta exactamente la misma historia que William A. Fraker, prestigioso director de fotografía, nos contó en 1981 en la última incursión de este personaje en el cine, La leyenda del Llanero Solitario. Todo estaba ya en esa adaptación del serial radiofónico creado por George W. Trenle y Fran Striker en los 30, incluida la Obertura de Guillermo Tell de Rossini, el villano Butch Cavendish, y el caballo Silver. Pero Verbinski la infla de supuesta espectacularidad, metraje y pretensiones, para al final no ofrecer más que un acontecimiento vacuo, falto de emoción, intriga o ni tan siquiera interés. La gran diferencia con cualquier trabajo anterior que abordara la historia de este Texas Ranger justo y justiciero, es que el protagonista del evento es Johnny Depp, que no da vida al héroe sino al indio que le acompaña en sus andanzas, si bien el nuevo guión le adjudica a él prácticamente la totalidad de los éxitos de la empresa emprendida por ambos. Como fuera que los seriales de televisión que veíamos en UHF estaban doblados en Hispanoamérica, al indio se le ha quedado el nombre que le pusieron allí, Toro, en lugar del Tonto original, si bien es esto y no lo otro lo que el hermano indio de Jack Sparrow hace en la función. Y para no ser menos el guaperas Armie Hammer, a quien hemos visto en La red social o J. Edgar, se dedica también a hacer el payaso, aunque evidenciando tan pocas aptitudes cómicas como Ryan O’Neal, con quien guarda un considerable parecido físico. Pero el problema no es que estos dos individuos campen a sus anchas por un Oeste de antología, en el que no faltan búfalos, trenes, villanos, señoritas de saloon, ni tan siquiera 7º de caballería; el lastre reside en verdad en la falta de ingenio que evidencia el guión, la falta de ritmo que muestra la realización, la falta de química entre los protagonistas, y la sensación general de desinterés que exhibe la trama, agravado por su excesivo metraje. Payasos con poca gracia en un engendro cuyo único hallazgo podríamos encontrarlo en el hecho de que la historia se la cuente el propio Toro a un niño en una feria de 1933, justo el año en el que millones de niños y adultos en los Estados Unidos empezaron a ilusionarse con las aventuras del Llanero Solitario a través de las ondas de la radio; otro modo de aliviar los pesares de la crisis del 29. Todo un homenaje a la tradición oral, de la que por desgracia esta megaproducción del inefable Jerry Bruckheimer hace en definitiva poca gala, a favor como siempre de los fuegos artificiales, repartidos eso sí en unas pocas secuencias que son las que justifican el visionado del film, si es que se puede justificar.
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