Bélgica-Francia 2011 82 min.
Guión y dirección Pierre Duculot Fotografía Hichame Alaouie Intérpretes Christelle Cornil, François Vincentelli, Jean-Jacques Rausin, Pierre Nisse
Estreno en España 16 agosto 2013
Tras un par de cortometrajes, el joven director belga Pierre Duculot debuta en el largo con esta fábula sobre la vida sencilla en el campo frente al aletargamiento general que parecemos sufrir los urbanitas, abnegados con la sociedad en la que nos ha tocado vivir, especialmente ahora que en tiempos de crisis las oportunidades de una vida mejor y más feliz parecen estar menos al alcance de todo el mundo. El descubrimiento de la vida sencilla y tradicional habría tenido un tratamiento tópico y previsible, de postal turística, de haber sido objeto del cine americano; así lo hemos comprobado en títulos como Bajo el sol de la Toscana. La propuesta de Duculot es naturalmente muy distinta. El estrés del ejecutivo medio americano se ha sustituido por el desánimo ante una vida encorsetada, planificada de antemano, en el que la pareja estable, el trabajo seguro y la familia parecen erigirse como único pasaporte posible a la felicidad. Un giro inesperado y todo eso puede cambiar radicalmente a través de un viaje físico y emocional que enfrenta a la protagonista de la función con un paisaje rural, tradicional y emocional nuevo, si bien los anhelos románticos serán los de siempre, irrenunciables y previsibles, y es que hasta para ser cabrero hay que tener estilo y sex-appeal. Quien no tiene ninguna de las dos cosas es la heroína, lo que en su vocación naturalista y desprejuiciada no hace sino dañar el acabado de un film que por ello no se antoja ni irresistible ni suficientemente atractivo. La relación forzada que la joven mantiene de hastío y desprecio hacia una familia diseñada el más puro estilo obrero de Ken Loach, que ni de lejos merece eso, hace que tampoco logremos empatizar con ella. Así las cosas la cinta apenas logra traspasar los límites de la corrección, con paisajes hermosos y mensajes culturales básicos que tanto gustan al público burgués y seudointelectual al que va dirigido, pero que no suscitan admiración, inquietud o una mera reflexión.
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