Cuando uno asiste a un concierto de Chucho Valdés no va buscando una recreación de sus grabaciones de estudio, con más o menos variaciones, sino una demostración de versatilidad y fuerza basada en la mera improvisación, a menudo experimentada sobre la marcha y sin apenas una planificación previa. El músico, afincado en Benalmádena, acudió a Sevilla esta vez sin una banda que lo respaldara, que actualmente sería The Afro-Cuban Messengers, con quienes grabó hace dos años Border-Free, disco que presuntamente debía presentar en este concierto. Un registro que combina ritmos latinos con música india de Norteamérica y de la cultura árabe-andalusí, y que apenas tuvo reflejo en la propuesta que trajo al Lope de Vega.
Sí hizo honor sin embargo al título de dicho álbum, Sin fronteras, dejando claro que lo suyo no se limita al latin jazz por el que siempre ha sido reconocido, y que su pasión por los clásicos americanos sigue intacta, libre de prejuicios y exhibiendo tal generosidad que le lleva a ser tanto inspirador de grandes pianistas del jazz americano de las últimas décadas, como Grusin o Sample, como fagocitador de sus estilos. De Border-Free apenas interpretó un par de temas, uno dedicado a papá Bebo, de quien también ofreció Con poco coco, y en el otro, Caridad Amaro, incluyendo, como tanto le gusta hacer, recreaciones de música clásica, en este caso el Concierto nº 2 para piano de Rachmaninov, igual que en otras piezas deslizó escalas y arpegios al más puro estilo de Bach o improvisó sobre el Preludio Op. 28 nº 4 de Chopin con una maestría y una agilidad digital impensable para una persona de su avanzada edad.
Valdés desplegó sus admirables facultades apostando sobre seguro, con un repertorio de clásicos imperecederos, desde El manisero y Bésame mucho hasta piezas de Thelonius Monk y standards americanos de Young, de quien interpretó una de sus canciones favoritas, My Foolish Heart, o Gerhswin, homenajeado con un medley que incluye Summertime, Embreceable You y Liza, y populares universales como Over the Rainbow o As Time Goes By. Todo reinterpretado en piezas breves pero contundentes, con una exhibición de agilidad tan inverosímil que a veces parecía estuviéramos escuchando a varios pianistas a la vez. Definitivamente un concierto apasionado y estremecedor en el que también hubo hueco para demostrar el insuperable sentido del ritmo que tiene el agradecido público sevillano.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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