Dirección Danny Boyle Guión Aaron Sorkin, según la biografía escrita por Walter Isaacson Fotografía Alwin H. Küchler Música Daniel Pemberton Intérpretes Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Katherine Waterston, Sarah Snook, Michael Stühlbarg, Perla Haney-Jardine, Adam Shapiro Estreno en Estados Unidos 23 octubre 2015; en España 1 enero 2016
Un nuevo acercamiento a la figura del imprescindible Steve Jobs, tras el aseado y convencional biopic que le dedicó Joshua Michael Stern con la ayuda de Ashton Kutcher hace un par de años, ahora con ínfulas de radiografía certera y definitiva del controvertido genio de la informática retratado como un tirano orquestador con apuntes de visionario. Lo primero que llama la atención es que su guionista, el reputado Aaron Sorkin, autor también de los libretos de El ala oeste de la Casa Blanca o La red social, con la que ésta mantiene más de un punto en común, haya optado por convertir el texto en el que presuntamente se basa en un drama escénico en tres actos, correspondientes a su vez a tres puestas en escena, las que acompañaron las presentaciones de tres de sus productos estrella: el Macintosh, el NextApple o Cubo y el iMac; un poco en la línea del Birdman y sus bambalinas que el año pasado reportó tan buenos réditos a González Iñárritu. Y es curioso porque el texto en el que el guión dice basarse no sigue ni de lejos ese esquema, sino más bien mantiene un discurso convencional basado en cientos de entrevistas realizadas tanto al propio Jobs como a muchos de sus amigos, familiares y colaboradores, adaptándose mejor al guión supuestamente original de Matt Whitley que ilustró el modesto film de Stern. Este drama en tres actos en el que Sorkin ha convertido la vida del creador de Apple redunda en unas constantes que parecen inevitables en el cine actual cuando se pretende tejer el perfil psicológico de algún famoso, tildándolo de controvertido, tirano, inestable y hasta detestable según qué personaje y circunstancia. No es ni más ni menos que el extremo opuesto de cómo se abordaba el ejercicio hace algunas décadas, cuando los famosos eran retratados poco más o menos como santos o personajes ejemplares, y si no revisen Noche y día (Cole Porter), Música y lágrimas (Glenn Miller), Madame Curie o La vida de Emile Zola, por citar algunos ejemplos. Este film en cuestión abusa de la verborrea, con mucho lenguaje cibernético y empresarial – como si Sorkin hubiera mezclado sus guiones para La red social y Moneyball - y una incontinencia verbal enfermiza en su teatral resolución, lo que ciertamente obliga a sus intérpretes a realizar unos trabajos extenuantes de los que salen muy bien parados, residiendo más ahí que en la dirección eficaz pero rutinaria de Danny Boyle, el mérito de la película. Fassbender vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores de su generación y las colindantes, mientras Kate Winslet se enfrenta a un personaje que depende de pequeños matices, más allá de un atrezzo sintomático, para reflejar el paso del tiempo, y que como otros de la función parecen sacrificar una vida propia para no ser más que apéndices o extensiones del gran tirano al que da vida el protagonista. Algo parecido les sucede a Jeff Daniels, que incorpora a John Sculley, ejecutivo implacable responsable de la suerte de Jobs en su propia empresa, y Seth Rogen, resentido antiguo socio del biografiado. Todos y todas están impecables. Sus éxitos y fracasos son analizados quirúrgicamente a fuerza de esa agotadora verborrea, mezclados cómo no con asuntos sentimentales muy propios de esa idiosincrasia americana en la que la familia es tan importante y la responsabilidad hacia los hijos ineludible. El resultado de todo esto es un film pretencioso que como tal acaba agotando, dejando a pesar de sus excelentes ingredientes una sensación de que para acercarnos de verdad a la figura de Steve Jobs tendremos que investigar por nuestra cuenta, tratándose de alguien tan imprescindible en nuestras vidas (ordenadores, animación digital, música en el bolsillo, internet...), en la línea de un Bill Gates o un Alan Turing, objeto precisamente de homenaje el año pasado en Descifrando Enigma, donde cómo no también se destacaban sus taras.
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