
Resulta sintomático que una sinfonía que sigue tan de cerca el modelo vienés de Haydn, aunque adaptándose al estilo e idiosincrasia de Mozart, fuera abordada por un director también vienés, cuya estética y espíritu sin embargo se alejó tanto del que demanda esta magistral partitura. Y es que Neuhold atacó la Sinfonía nº 36 sin el tono y la ambición que exige. Apenas vigor por parte de una cuerda acromática en el allegro maestoso inicial; discreto y delicado el andante siciliano, si bien la participación de metales añadió impronta a su resolución; y con cierto encanto bailable el minueto, hasta desembocar en un presto al que faltó empuje y agilidad. Una interpretación que no fue suficientemente fresca ni animada, y cuyo final no logró ni de lejos quitarnos el aliento. Mucho mejor la página de Copland, una suerte de elegía que evoca la calma de una ciudad sonámbula y a la vez el carácter introspectivo de su autor. Fluido y elocuente fue el diálogo entre el corno inglés de Sarah Bishop, cuya manifiesta timidez no impidió extraer toda la doliente expresividad y rotunda melancolía inherente a su rol e instrumento, y la trompeta de José Forte, en la mejor tradición a la americana y con una memorable carga emocional sostenida en unos acordes firmes y decididos.
Más cerca del poema sinfónico que tanto cultivó a finales del siglo XIX que del sinfonismo clásico que apenas abordó en su carrera, Strauss concibió su Sinfonía Doméstica como un acto de amor a la familia, si bien esto no limitó su habitual megalomanía, ofreciéndonos una página llega de exuberancia instrumental, rupturas de tono, sensualidad y maleabilidad tan del gusto del autor de Salomé. Neuhold acertó aquí en tono, espíritu y forma, logrando una interpretación nítida a pesar de sus tumultuosos pasajes, y un dominio polifónico total y absoluto, incluso cuando un aparente caos parece hacerse dueño de la función. Todo fue exuberancia y vitalidad en la cuerda, el metal y la madera, con un especialmente sensual y transfigurado adagio como eje gravitacional de la partitura. Actos de amistad, fraternidad y amor familiar en un concierto desigual pero nada desdeñable.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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