Dirección Paul King Guión Simon Farnaby, Paul King y Jon Croker, según el personaje creado por Michael Bond Fotografía Erik Wilson Música Dario Marianelli Intérpretes Sally Hawkins, Hugh Bonneville, Hugh Grant, Brandan Glesson, Julie Walters, Jim Broadbent, Peter Capaldi, Samuel Joslin, Madeleine Harris, Ben Miller, Joanna Lumley, Sanjeev Bhaskar Estreno en Reino Unido 10 noviembre 2017; en España 24 noviembre 2017
Michael Bond comenzó a escribir sus libros sobre el osito Paddington a partir de un peluche que compró para su esposa cerca de la Estación de Paddington en la víspera de la Navidad de 1956. A partir del primer libro, publicado dos años después, el personaje cobró notoriedad entre el público infantil gracias también a las ilustraciones de Peggy Fortnum, rivalizando en el Reino Unido incluso con Winnie-the-Pooh. Su salto a la gran pantalla hace tres años dio como resultado una entrañable película recomendada no sólo para el público infantil sino, sobre todo, para el adulto, invitado con éxito a recuperar la tan añorada infancia en sus aspectos más dulces y tiernos. En ella se contaba cómo un explorador británico conocía en “el más recóndito y oscuro Perú” a una pareja de osos parlanchines con los que entabla amistad e invita a visitar Londres. Pero será su sobrino quien viajará a la capital inglesa, adoptando el nombre de la estación donde comienza su aventura entre humanos estresados, una malvada empeñada en disecarlo para el Museo de Ciencias Naturales (muy divertida Nicole Kidman) y una familia simpática y bondadosa que lo adopta. Estos precedentes son fundamentales para disfrutar al máximo de sus nuevas aventuras, donde la búsqueda del regalo perfecto para su tía y mentora Lucy, le llevará a ser víctima de los malignos planes de un actor en decadencia, interpretado por un ajustado y preciso Hugh Grant. Que Paul King sólo tenga como trabajos relevantes las dos entregas de este personaje, no impide que podamos considerarlo el alma de un proyecto precioso, emotivo y emocionante, que se nutre de un acabado estético y artístico perfecto, y un trabajo de la imagen y el diseño preciosista y colorista, como si de una película animada se tratara. Pero es en el guión y el tratamiento de los personajes donde Paddington y especialmente su secuela triunfan, por su bondad, sus mensajes positivos, su buen gusto y espléndidos modales, y sobre todo por la ingenuidad decidida a conquistar el corazón de quien se anima a verla y disfrutarla, esta secuela más aún que su predecesora. Imposible no caer rendidos ante el diseño del oso protagonista, cuya expresividad no hace sino aumentar el grado de emotividad y ternura que impera en toda la película, ayudada por unos personajes perfectamente diseñados e interpretados y situaciones de pura aventura que hacen confiar en una recuperación de la fantasía y la imaginación por encima de tantos efectos visuales y luchas gratuitas, si bien también en el apartado técnico la cinta presume de primera categoría. Impagables los guiños al título anterior, como ese guardia de seguridad atraído por mujeres ambiguas, o el número musical final a cargo de Grant y un puñado de presidiarios, mientras van apareciendo los créditos en pantalla. Y maravillosa y espléndida la experiencia general de disfrutar de una película de tan entrañable espíritu, familiar, navideño o lo que sea, pero decididamente muy recomendable. Ineludible hacer una parada en la estatua de bronce dedicada al personaje en la referida estación ferroviaria en nuestro próximo viaje a Londres.
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