Dirección Lee Unkrich y Adrián Molina Guión Adrián Molina y Matthew Aldrich Música Michael Giacchino Intérpretes Anthony González, Gael García Bernal, Benjamin Bratt, Alanna Ubach, Renee Victor, Jaime Camil, Alfonso Arau, Herbert Siguenza Estreno en México 27 octubre 2017; en Estados Unidos 21 noviembre 2017; en España 1 diciembre 2017
Pixar y Disney prácticamente se han apropiado de la idea sobre la que se cimentó hace tres años la película de Jorge R. Gutiérrez, producida por Guillermo del Toro, El libro de la vida, donde un joven con aspiraciones de cantante viajaba por mundos fantásticos y coloristas inspirados en el folclore mortuorio mexicano, con el fin de convencer a su familia de que esa, y no los toros, era su verdadera vocación. Las hechuras más blandas de la factoría Disney se han adueñado ahora de la función, ofreciendo una cinta a la que nada cabe reprochar en el apartado técnico y artístico, y que cumple también sobradamente en cuestiones narrativas, convirtiéndose en un producto ameno, entretenido y muy musical. Pero es en su vocación adoctrinadora donde una vez más merece ajustarse las cuentas de un producto tan insidioso como éste, en el que se repiten los esquemas afectivos mil veces vistos, los únicos que cuentan con el beneplácito de una factoría tan retrógrada como ésta, que sólo en determinadas ocasiones parece salirse de la norma, no precisamente en ésta. El protagonista de este film parece agobiado por una familia castradora y anclada en el rencor y la tradición, si bien finalmente acaba resultando redentora y complaciente, para finalmente erigirse en único y exclusivo modelo donde desarrollar aptitudes y afectos. Bajo la falsa apariencia de audacia dedicando, en estos tiempos tan delicados, un espectáculo al pueblo mexicano vecino con supuesta intención de acercamiento, la cinta ofrece sin duda una versión de la vida sumamente reaccionaria, que no deja margen al público infantil al que va dirigida para esperar otros modelos de vida y sociedad en un mundo en el que todo tiene que estar muy atado y controlado para permitir la pervivencia de los pilares del poder establecido. Lástima porque a nivel técnico, artístico y narrativo, repetimos, el espectáculo es notable, que para eso se encarga de dirigir quien pusiera orden en las segunda y tercera entrega de Toy Story y Buscando a Nemo. Pero a nivel ético resulta considerablemente perverso, a pesar de lo cual no podemos negarle cierta ternura, especialmente en el personaje que da título a la película. De la cinta ha surgido un cortometraje sobre el perro mascota del protagonista, Dante’s Lunch: A Short Tail, pero al público se le tortura con un mediometraje sobre Olaf, a partir de Frozen, tan básico en su resolución formal como cursi en la narrativa y largo en su metraje.
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