Nos enganchamos a las noches del Alcázar cuando su programación está ya muy avanzada, y constatamos que cuando algo funciona tan bien hay que dejarlo fluir, como hace Actidea, que con esta iniciativa regala un estupendo pretexto para hacer de las noches veraniegas en la ciudad, este año insólitamente frescas, un acontecimiento inolvidable, y por muy módico precio. La del viernes fue una ocasión única para disfrutar del consolidado dúo formado por el clarinetista valenciano Luis Fernández Castelló y el pianista vasco Carlos Apellániz, profesor en el conservatorio levantino. Una formación inmortalizada en discos como The Singing Clarinet, del que este concierto constituyó una ampliación de repertorio, centrado en el bel canto y sus posibilidades para la voz del clarinete.
La celebración del cientocincuenta aniversario de la muerte de Rossini está teniendo eco en esta edición de las noches en el Alcázar, esta vez con contemporáneos belcantistas y románticos sobre unos atriles frente a los que Apellániz se mostró como un competente maestro repetidor, mientras Castelló apeló a su fuerza como ágil fraseador y contundente expresionista a la hora de poner en pie las páginas seleccionadas. Dos piezas extraoperísticas del compositor de Pésaro enmarcaron el recital, vislumbrándose su estilo jocoso y vitalista también en estas obras originales para acompañamiento orquestal pero que habitualmente se interpretan al piano. La Fantasía es una página ligera y de poco compromiso, que sin embargo el pianista resolvió atropelladamente y dejándose en el camino algunas notas, con acordes secos que no ayudaron a perfilar la amplia coloratura de los temas, una tónica que se mantendría prácticamente durante casi todo el concierto. El Tema y Variaciones implica mayor virtuosismo por parte del clarinetista, que salvó con holgura y complacencia.
En medio algunas fantasías confeccionadas por contemporáneos de los compositores, como el español Antonio Romero o el italiano Luigi Bassi, una práctica habitual desde tiempos de Mozart y Beethoven para llevar las grandes obras líricas al salón, o como en el caso de Weber, Silvana, para ofrecer un tráiler de la ópera misma. En la voz del clarinete, que Castelló perfiló perfectamente para asimilarla a la humana, pudimos disfrutar de las melodías de Com’é bello o Il segreto per esser felice de Lucrecia Borgia de Donizetti, o A te, o cara de I puritani de Bellini, que Castelló despachó con un profundo lirismo y mucho sentimiento, mientras en el resto desplegó una envidiable flexibilidad, profusas agilidades, exquisito gusto y magnífico control de la respiración, que rubricó con una sensacional fantasía de Iwan Müller sobre la cavatina Ecco ridente in ciel de El barbero de Sevilla.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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