miércoles, 28 de agosto de 2019

RUIZ Y BARAVIERA ESTIMULAN NUESTRA IMAGINACIÓN

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mercedes Ruiz y Anastasia Baraviera, violonchelos. Programa: Dúos Op. 52 nº 3 y 1, de Offenbach; Dúo Op. 2 nº 2, de Breuer; Duett Hob. XII: 3 y 5, de Haydn; Bolero del Dúo Op. 103 nº 4, de Kummer.
Martes 27 de agosto de 2019



Baraviera y Ruiz
Yes We CanCan es el eslogan con el que Colonia celebra este año el doscientos aniversario del nacimiento de uno de sus compositores más insignes, el afamado Jacques Offenbach, nacido Jacob, judío y, claro está, alemán, pero convertido en católico por su matrimonio con la española Herminia de Alcaín, y nacionalizado francés por su afinidad con el espíritu y la estética parisinas tras perfeccionar allí sus estudios. Eslogan que proviene de la que es sin duda su composición más célebre, junto a la Barcarola de Los cuentos de Hoffman; nos referimos al Can Can de Orfeo en los infiernos, pieza en sí misma catalizadora del espíritu que define la música desprejuiciada, alegre, inquieta y más frivolizada que realmente frívola de Offenbach.
 
Sus numerosas operetas y aclamadas óperas han eclipsado su faceta como virtuoso violonchelista, que cimentó en los salones parisinos y dio paso a un amplio abanico de composiciones dedicadas a este instrumento de cuerda, incluido un concierto y una considerable cantidad de música de cámara. Para recordarnos este aspecto de su obra, dos de nuestras más reconocidas y celebradas violonchelistas, Anastasia Baraviera y Mercedes Ruiz, agrupadas gracias al proyecto La Hispaniola y compañeras de viaje en tantos otros como la Barroca de Sevilla, ofrecieron un recital tan estimulante como técnicamente impecable de sus dúos para violonchelo, alternados con otros de un contemporáneo suyo, un profesor y un genio al que siempre asociamos con la felicidad, esa alegría de vivir que dio título a esta singular velada musical.
 
Combatir la estupidez y estimular la intelectualidad
 
Foto. Actidea
Como muy bien apuntó una desinhibida Mercedes Ruiz que se tomó muy al pie de la letra lo de introducir cada una de las obras interpretadas, haciendo gala de una entrañable simpatía, la música de Offenbach cumple la función de remediar la estupidez, dar un respiro a la razón y estimular la actividad mental. Cita de Karl Krauss que solo cobra sentido y realidad si se interpreta en la forma, con la precisión y la intención con la que la abordaron las dos estupendas violonchelistas. Tanto los dos dúos del homenajeado como el que Haydn compuso para baritón, instrumento de la familia de la viola de gamba con unas seis cuerdas frotadas y otras aproximadamente doce pulsadas con el pulgar, lo que aumenta el contraste tímbrico y produce una gran resonancia, se hicieron eco de ese joie de vivre referido en el programa. Las intérpretes jugaron con sus armonías y alternaron voces entre melodías y floridos acompañamientos, de forma exquisita y equilibrada, sin estridencias ni las habituales distorsiones provocadas por la imprescindible amplificación.
 
Curiosamente fue la pieza del más desconocido autor de los convocados, Bernhard Breuer, la más sorprendente y más fuera de lugar del espíritu propuesto. Su Dúo Op. 2 nº 2 comienza sobrio, casi místico y religioso, con cierto aire barroco que contrasta con el clasicismo predominante en el resto del programa, y se enrosca luego en complejas ornamentaciones que fueron primorosamente defendidas hasta el breve remate en forma de allegretto. Con continuos reajustes entre piezas y movimientos, lo que provocó que el primer dúo no se interpretara de corrido a pesar de un preciosísimo cambio de registro entre el Tempo di marcia inicial y el misterioso adagio central, debido a la cualidad de los instrumentos de época y la intemperie que provoca frecuentes desafinaciones, Baraviera y Ruiz, revestidas en todo momento de cuerpo y decisión, terminaron con un colorista Bolero de Friedrich Kummer, autor de un importante manual para violonchelistas, incluido en su Dúo Op. 103 nº 4. Música e intérpretes lograron así estimular nuestra imaginación y por extensión nuestro intelecto.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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