USA 2018 102 min.
Guion, dirección y narración Peter Bogdanovich Fotografía Dustin Pearlman Documental Estreno en el Festival de Venecia 30 agosto 2018; en Estados Unidos 5 octubre 2018; en España 2 agosto 2019
Estos días se suceden en nuestras pantallas documentales sobre grandes cineastas. A Bergman le sustituyó Welles y ahora Keaton en este aseado producto ideado y realizado por Peter Bogdanovich. No nos extraña viendo su filmografía que el director norteamericano de origen serbio y austríaco se confesara gran admirador de la obra, la figura y el talento de Buster Keaton, uno de los grandes pioneros del cine y, junto a Charles Chaplin y Harold Lloyd, icono indiscutible del cine cómico mudo. Bogdanovich, responsable de tres títulos míticos de la década de los setenta del siglo pasado, La última película, ¿Qué me pasa, doctor? y Luna de papel, y artífice de otras interesantes películas, como Máscara , Todos rieron o ¡Qué ruina de función!, no ha ocultado nunca su interés por la nostalgia, como evidencian algunos de los títulos reseñados y otros como el sensacional pero olvidado musical Un largo y definitivo amor, en el que Burt Reynolds y Cybill Shepherd cantan y bailan al son de Cole Porter. Además algunas de sus comedias, muy especialmente la protagonizada por Barbra Streisand y Ryan O’Neal, no disimulan la influencia que en ellas ejercieron el slapstick del que Keaton fue un maestro, así como la screwball comedy que tanto triunfó en las décadas de los treinta y cuarenta.
Con estos precedentes, Bogdanovich presenta este documental, premiado en Venecia, tan aseado como en cierto modo aséptico, que rinde tributo a este icono indiscutible del cine, adoptando las formás más clásicas y académicas del documental televisivo, medio en el que Bogdanovich se ha refugiado en las últimas décadas antes de retomar la dirección cinematográfica con la decepcionante Lío en Broadway. Lo más destacado del documental reside en el inmejorable estado de las secuencias exhibidas, convenientemente restauradas, así como en el agotador trabajo de búsqueda de material que debe haber emprendido su director y el equipo bajo sus órdenes. La sucesión incesante de increíbles, y aún hoy divertidísimas, secuencias arquitectadas por el gran cómico, y de imágenes domésticas y material documental que recorren su vida después del éxito y el fracaso, se convierten en motivo indiscutible para el visionado de un film que, sin embargo, no profundiza en el carácter y la influencia del homenajeado.
Recurriendo a discutibles intervenciones de un gran número de profesionales, desde el crítico Leonard Matlin al inefable Tarantino, pasando por Mel Brooks, Johnny Knoxville, Cybill Shepherd, Dick Van Dyke, Werner Herzog o Carl Reiner, cabe preguntarse el interés de los anodinos e intrascendentales testimonios aportados por el lujoso elenco. Mientras, dedica gran parte del trabajo a lamentarse por el paulatino olvido al que fue sometido el genio y el talento del atlético humorista, una vez implantado el cine sonoro y cuando la Metro Goldwyn Mayer se hizo cargo de su carrera, borrando cualquier posibilidad de control del cómico sobre la misma. Lamentos muy habituales en la sociedad americana, tan propensa a la hipocresía, pero que no difiere del que despiertan otros casos similares, en ese o cualqueir otro país y profesión. Por otro lado nos informa del devenir que tuvo su carrera, entre spots publicitarios y colaboraciones estelares, que le propiciaron una vida acomodada durante el resto de su existencia, lo que no es poco a tenor de la suerte sufrida por otros colegas en similares circunstancias. El film está realizado sin inventiva ni imaginación, pero cumpliendo con su vocación primera de divulgar el trabajo de Keaton y ensalzar su fuerza y talento, lo que por sí solo ya merece su atención.
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