Francia-Bélgica 2019 117 min.
Guion y dirección Alexandre de la Patellière y Matthieu Delaporte Fotografía Guillaume Schiffman Música Jérôme Rebotier Intérpretes Fabrice Luchini, Patrick Bruel, Zineb Triki, Pascale Arbillot, Marie Narbonne, Jean-Marie Winling, André Marcon, Thierry Godard, Martina García, Philippe Résimont, Rajat Kapoor Estreno en Francia 4 diciembre 2019; en España 6 marzo 2020
Planteada como canto a la amistad y celebración del compañerismo y la solidaridad frente a una enfermedad letal, la nueva película de los afamados autores de El nombre, obra teatral llevada con éxito a todos los rincones del mundo y adaptada al cine por ellos mismos, deambula peligrosamente entre la comedia suave y discreta y el melodrama trágico, especialmente en un último tercio dominado por un patetismo exacerbado y un metraje desmesurado.
Empezando por un error de cásting, porque ni Patrick Bruel ni mucho menos Fabrice Luchini pueden aparentar estar en la cincuentena como demandan sus personajes - el segundo de hecho tiene casi setenta años - y siguiendo porque no hay suficiente química entre sus personajes como para creerse el episodio de buena amistad y espléndida generosidad que se plantea, la cinta no logra remontar el vuelo durante sus dos largas horas de duración, lastrada además por una tendencia en el país vecino, como en el nuestro, de mostrar mal rollo en forma de reproches y diálogos vociferantes entre personas que se suponen se aprecian. No logra encontrar el equilibrio entre risas y lágrimas; las primeras apenas asoman, las segundas ni por asomo, en esta crónica marcada por la impostura y que muestra un mal desarrollo de un punto de partida interesante.
Si de lo que se trataba era de que ambos personajes madurasen y aprendieran gracias al malentendido inicial, no logra su propósito. Y si simplemente se trata de celebrar una amistad inmarchitable, cae en clichés y situaciones entre el tópico y la pereza imaginativa. Para remate, sus acreditados protagonistas tienden a la sobreactuación y no parecen creerse del todo sus personajes, como tampoco nos los creemos el público. Solo algunos gags aislados lograrían destacar sobre el conjunto, pero son tan escasos que ni eso. Para comedias de amiguismo las nuestras son más divertidas, y desde el punto de vista emocional puede que hasta más convincentes por ser menos pretenciosas, y sin embargo cómo tendemos a despreciarlas frente a estos productos galos tan asentados.
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