domingo, 8 de marzo de 2020

LA FUERZA EXPRESIVA DE PASCUAL Y GAVILÁN

Integral de Sonatas para violín y piano de Beethoven. Fernando Pascual, violín. Pedro Gavilán, piano. Programa: Sonatas nº 1 en re mayor Op. 12 nº 1, 2 en la mayor Op. 12 nº 2, 7 en do menor Op. 30 nº 2, 4 en la menor Op. 23, 3 en mi bemol mayor Op. 12 nº 3, y 8 en sol mayor Op. 30, de Beethoven. La Casa de los Pianistas, viernes 6 y sábado 7 de marzo de 2020

Fernando Pascual
No puede ser mejor la oferta que Yolanda Sánchez ha diseñado en el local que regenta para celebrar el doscientos cincuenta aniversario del nacimiento de Beethoven. Tras el magnífico sabor de boca que nos está dejando Bernaldo de Quirós con su integral de las sonatas para piano, la sorpresa llegó de la mano de dos jóvenes y virtuosos profesores del Real Conservatorio Superior de Música Victoria Eugenia de Granada, que de momento están haciendo de las sonatas para violín y piano del insigne compositor un festín para los sentidos, armados de un notabilísimo sentido para la expresividad y la línea de canto de estas paradigmáticas y trascendentales piezas. Lástima que el destino les jugara una mala pasada a anfitriona y artistas, provocando que su fatal coincidencia con una selección de los cuartetos del compositor en el Espacio Turina a cargo de los maestros y maestras de la ROSS, redujera a la mínima expresión la afluencia de público, al menos el viernes, en el intimista espacio de la calle Cano y Cueto. Aquellos tienen un público fiel amasado a lo largo de los años, y ya sabemos que asomarse al descubrimiento conlleva un riesgo que poca gente está dispuesta a asumir, aunque quienes lo hacen reciben con cierta frecuencia regalos como éste.

Virtuosos de la técnica y la emoción

Natural de Valencia, Pascual visita con frecuencia la Casa de los Pianistas. Entre otras ocasiones pudimos comprobar su maestría a la cuerda acompañando junto a Aída Velert la proyección del clásico de Charles Chaplin Luces de la ciudad hace justo un año, que repetirá el próximo día 20 de marzo después de que el 19 acompañen a La quimera del oro, y en septiembre pasado con el Trío Iturbi interpretando obras de Turina, Shostakovich y el propio Beethoven. Con Gavilán dio excelentes muestras de compenetración y compromiso, abordando con perfecta caligrafía y un acertado sentido de la expresividad típicamente beethoveniana seis de sus sonatas para violín, que completarán el próximo mes de junio cuando interpreten las cuatro restantes. De la presunta ligereza mozartiana de las dos primeras sonatas a la tensión y la desesperanza de la número siete, los dos jóvenes artistas lograron imprimir en sus interpretaciones el tono y la sensibilidad justas, logrando la siempre difícil implicación emocional del público. Todo ello manteniendo en el caso de Pascual una extraordinaria homogeneidad de timbre, solo puntualmente ensuciado con alguna estridencia, especialmente en la siete, y algunos, pocos, acordes lánguidos en sus pasajes más delicados. Todo el resto fue puro alarde de musicalidad y fluidez, con Gavilán acompañando con sentido y contundencia, acertando en los significativos silencios y sus inquietos sforzandi, así como manteniendo una modélica línea de canto en sus frecuentes partes protagonistas. El humor y los puntuales destellos de melancolía dieron paso a un dinámico y desesperado opus 30 número 2, toda una declaración de realización personal que sus intérpretes supieron traducir en pura energía, con ritmos vivos y punteados y un frecuente tono quejumbroso en el violín no exento de delicadeza, primando siempre la brillantez y redondez del sonido. Un ejercicio extenuante coronado en este primer día con dos impecables transcripciones de las Canciones Populares Españolas de Falla, Asturiana y Canción.

Pedro Gavilán
Podríamos decir que en la siguiente entrega, celebrada un día después ya con una afluencia más generosa de público, fue Gavilán quien se convirtió en protagonista de la velada, sin desmerecer a un violín que siguió deleitándonos con su fuerza, su timbre sedoso y su capacidad para modular con elegancia y sencillez. Pero el pianista convirtió los movimientos centrales de la tercera de las sonatas opus 12 y de la octava en pura delicia, paradigma de sensibilidad, sin estridencias ni imposturas, manteniendo siempre una línea de canto flexible y afín a cada cambio de registro, humor y color. Sirvió y mucho para ello, según el propio Gavilán, el espléndido Shigeru Kawai que brinda la Casa de los Pianistas. De hecho la Sonata nº 3 fue un prodigio de construcción desde su animado allegro inicial al desenfadado rondó final, contando en todo momento con el diálogo fluido y cómplice de ambos amigos e intérpretes. Todo un discurso brillante compartiendo aparente fragilidad y contundencia casi violenta, con una estética prácticamente concertística. Antes habían desglosado una opus 23 de contornos líricos y amables, con notables episodios contrastados traducidos en un violín etéreo y un piano henchido de bravura. Todo un bomboncito rematado con una Sonata nº 7 al final de la velada enérgica y aparentemente ligera, con un muy bien resuelto perpetuum mobile coronándola y de nuevo Falla en la propina, una delicadísima transcripción de la Nana. Toda una demostración de que la visibilidad y la popularidad tienen más que ver con otros factores que con el talento propiamente dicho, si no estos intérpretes serían famosos en todo el mundo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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