USA 2020 103 min.
Dirección Cory Finley Guion Mike Makowsky, según el artículo de Robert Kolker “The Bad Superintendent” Fotografía Lyle Vincent Música Michael Abels Intérpretes Hugh Jackman, Allison Janney, Geraldine Viswanathan, Alex Wolff, Kathrine Narducci, Rafael Casal, Jimmy Tatro, Ray Romano, Kayli Carter, Annaleigh Ashford Estreno en el Festival de Toronto 8 septiembre 2019; en Estados Unidos (televisión) 25 abril 2020; en españa (internet) 5 junio 2020
Confesaban quienes vieron Thoroughbreds (Pura sangre) que les había dejado tan buen sabor de boca que estaban deseando ver con qué les sorprendería su director, Cory Finley, en su siguiente trabajo. Al revés, a quienes nos hemos bautizado en el cine de este joven realizador con Bad Education, aquí titulada tan peregrina como vulgarmente La estafa, nos ha entrado como mínimo la curiosidad por ver cómo eran esas Pura sangre. Y es que el realizador traza con pulso firme y un estilo certero y socarrón un entretenido análisis del abuso del dinero público que se convierte en todo un inteligente dilema moral para quienes somos invitados a dejarnos llevar por su absorbente trama. Consiste en el retrato de un triunfador norteamericano, educado en el capitalismo a ultranza, la competitividad y el liberalismo despiadado y ciego, pero atrapado en los límites de la administración pública. Ya se sabe que trabajar como funcionario proporciona equilibrio y estabilidad, pero no riqueza. Ésta queda reservada en el ámbito público para los políticos, como también se encarga de reflejar Finley en su segunda película, esta vez de la mano de un guion tan preciso como el que aporta Mike Makowsky basándose en un artículo publicado en The New York Magazine.
Lo mejor de la función es que no marca juicios de valor y deja al espectador que valore lo justo o injusto de la situación, si la perversión del dinero público no es sino consecuencia del salvaje liberalismo económico al que estamos expuestos y expuestas y en el que nos educamos. La posición cambia así de villano a víctima de un sistema al que a menudo exigimos roles que no le pertenecen, como cuando reivindicamos intervención del gobierno en el cierre de empresas a las que no les salen los números en un sistema que hemos elegido los humanos como el más reconfortante posible, sin pensar que no se trata sino de la ley del más fuerte aplicada desde los anales de la historia. En un tono burlón y satírico que se encarga de enfatizar la banda sonora de Michael Abels, con aires haendelianos, rossinianos, haydnianos o beethovenianos según decida transmitir ceremoniosidad, guasa, solemnidad o gravedad, Finlay brinda a Hugh Jackman una de sus interpretaciones más memorables, incluso algo desmejorado físicamente, que siempre suma mérito, a pesar de interpretar a un burócrata trajeado y narcisista, magníficamente flanqueado por una espléndida Allison Janney como cómplice de unas fechorías que quizás no lo sean tanto, porque son muchas las personas que consiguen grandes logros con mucho trabajo y voluntad como para que luego se cuelguen la medallita quienes con ello engrosan su cuenta bancaria. La mala educación no entiende de delitos, su sombra es alargada y el castigo no lo soluciona.
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