Alí Arango |
Bernier, con su sello Contrastes Records, mantiene su línea de convocar a sus artistas para que presenten sus trabajos con la discográfica sevillana. Algo muy legítimo y perfectamente compatible con la intención de un certamen de estas características, además de conveniente si queremos que la compañía disfrute del éxito que merece. En esta ocasión fueron dos grandes intérpretes los convocados en un doble programa que tendría que haber estado separado por el consabido descanso, una vez más sacrificado como medida de seguridad para evitar aglomeraciones indeseables. Algún susto inesperado e inexplicable nos dio el dichoso teléfono móvil, debiendo entonar el mea culpa quien tantas veces critica la misma situación, justo al arrancar la intervención del italiano, con una Introducción y rondó nº 2 de Dionisio Aguado en el que consiguientemente tardamos en entrar, pero que conforme abandonábamos la sensación de ridículo y vergüenza nos fue sumergiendo en la estética que predominaría en el arte del guitarrista, un sentido íntimo arrebatador y una línea de canto limpia y precisa, de una perfección técnica envidiable.
Domenico Mottola |
Más apasionado y desprejuiciado resultó la forma de enfrentarse el joven cubano Alí Arango, que para la ocasión nos invitó a sumergirnos en una experiencia audiovisual en la que fuésemos capaces de imaginar a Chopin dialogando con Tárrega y el paraguayo Agustín Pío Barrios, más conocido como Mangoré, demostrando así la influencia del compositor polaco en estos dos insignes maestros de la guitarra. Con un dominio absoluto del instrumento, un toque fluido y apasionado y el detalle de introducir cada pieza ante la ausencia de programa de mano, Arango consiguió su propósito combinando nocturnos y valses archiconocidos de Chopin con sus admiradores latinos, dando lugar a una exhibición continua de color y calidez que tuvo sus puntos álgidos en la Mazurka Marieta de Tárrega y El último trémolo de Mangoré, prodigio de virtuosismo y versatilidad. En el resto, desplegó gracia y ritmo en los valses de este último, tan inspirados en el genio del piano como flexibles y delicados para que el joven guitarrista desplegara su talento para conectar con un público embelesado y presto a disfrutar con una última pieza, una guajira de amplio vuelo lírico y rico virtuosismo técnico que Arango superó con notable acierto. Después de esta satisfactoria intervención y las que se pudieron disfrutar la semana pasada, con José Luis Pastor repasando la historia de la cuerda pulsada con una decena de instrumentos históricos en la mesa de operaciones, hoy le toca el turno al propio Bernier, su inseparable colega Antonio Duro y el Cuarteto de Cuerdas de Andalucía.
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