Szymyslik, Postnikova y Aragó |
Era año Beethoven antes de que otro fenómeno indeseable se lo apropiara, y así comenzó esta nueva edición, con un trabajo de un casi treintañero compositor, el Trío nº 4 en Si bemol mayor Op. 11, original para piano, clarinete y violonchelo, aunque desde su presentación en público se permitió la sustitución del clarinete por un violín. Postnikova, Szymyslik y Aragó optaron naturalmente por una versión que respeta el clarinete e incorpora el fagot en lugar del violonchelo, añadiendo al perfil más grave de la pieza un cariz aun más melancólico y apesadumbrado, como muy bien supo plasmar Aragó en su muy emotiva e intimista interpretación. También Postnikova y Szymyslik alcanzaron el máximo de su nivel en una interpretación eminentemente cantabile y sentida, que se benefició en el adagio central de un profundo lirismo. El tema con variaciones del tercer movimiento se aprovechó como una ocasión de lucimiento, con el tema central extraído de la ópera El corsario por amor de Joseph Weigl, muy popular en su época, de ahí el sobrenombre Gassenhauer (melodía popular), edificado por el trío con viveza y desenfado y sometido luego a poderosas inflexiones sobre todo del fagot y un piano pletórico en lirismo y delicadeza. El pequeño allegro que le sirve de coda fue servido con amplio sentido del ritmo y la alegría.
Esta infrecuente combinación de instrumentos es sin embargo la que originó el célebre Trío Patético de Glinka, pieza escrita en medio de una depresión y un desengaño amoroso, que cuenta también con una versión para piano, violín y violonchelo más divulgada. Los tres primeros movimientos se tocan de un solo trazo, a pesar de lo cual los intérpretes los sometieron a unas breves pausas, y han de fundir un patetismo doliente con cierto escape de luz y esperanza. Los intérpretes se movieron así entre un tono épico y una considerable tensión lírica, con incursiones apasionadas del fagot en el scherzo y sombrías en el largo, sin disimular sin embargo su carácter optimista y a la vez lírico en contraste con su intención, ese único amor que conoció el autor, el que causa dolor. En definitiva una interpretación sólida y atinada, con más exuberancia juvenil que pura melancolía, y un arranque sensacional de ciclo que esperamos ni decaiga ni se interrumpa.
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