viernes, 13 de septiembre de 2024

CARMEN LARIOS BRILLÓ EN EL ARRANQUE DE LA ROSS

Gala inaugural de la XXXV temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Carmen Larios, soprano; Beatriz Fernández Aucejo, dirección. Programa: Evocación, El Corpus Christi en Sevilla, Triana, El Puerto y El Albaicín, de la Suite Iberia de Albéniz (orquestación de Enrique Fernández Arbós).; Siete canciones populares españolas, de Falla (orquestación de Ernesto Halffter); La Tarántula y Sierras de Granada, de La Tempranica, de Gerónimo Giménez; Petenera, de La Marchenera, de Federico Moreno Torroba; Carceleras, de Las hijas de Zebedeo, de Ruperto Chapí. Patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla, jueves 12 de septiembre de 2024


La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla retomó anoche una costumbre que andaba algo perdida, la de inaugurar su temporada en un lugar emblemático de la ciudad. Hacía tiempo que no lo hacía, y ayer le tocó celebrar su gala inaugural en el Alcázar, convirtiendo a éste en un privilegiado palacio de la música, pues a pocos metros cantaba la estupenda Cristina Bayón junto a sus compañeras de Dolci Affetti, dentro de las Noches del Alcázar que están a punto de concluir. 
Con un acento eminentemente nacionalista, los maestros y maestras de la Sinfónica se pusieron en manos de Beatriz Fernández Aucejo, joven directora valenciana cada vez más implicada en la vida musical de su ciudad, con un concierto el próximo abril en el que dirigirá a la Orquesta de Valencia un programa en el que destacan Bernstein y Gershwin. En los atriles de este su debut en Sevilla, obras de Albéniz y Falla convenientemente orquestadas, y un ramillete de zarzuelas para lucimiento de una estupenda Carmen Larios.

Una joven más que prometedora

La soprano almeriense cumplió la oportunidad que le brindó la ROSS cuando en enero pasado le concedió su premio particular en una edición del Certamen Nuevas Voces de Sevilla en el que ella se erigió en clara ganadora. Larios supo rentabilizar el premio anoche de forma holgada, brindándonos una lección de buen gusto y delicadeza, con voz rotunda, fresca y natural, evidente en cada una de las piezas que acometió, fueran las Siete canciones populares de Falla o las romanzas que en un estilo adecuadamente diferente entonó con tanta gracia como desparpajoAucejo estuvo atenta en todo momento al trabajo de Larios, acompañando sin eclipsar y controlando cada inflexión y cada gesto de una música que en el caso de Falla sonó majestuosa en la orquestación de Ernesto Halffter, que no recordamos haber disfrutado en nuestra ciudad, al menos en los últimos veinte años. Pero lo que más llamó la atención en esta contenida y sin embargo expresiva interpretación de la soprano, fue su perfecta dicción, la forma en que se las ingenió para que cada sílaba fuese perfectamente entendible, una habilidad que repetiría en las piezas zarzueleras elegidas para la ocasión.

Carmen Larios atesora un timbre poderoso y grueso, un lenguaje eminentemente lírico, mucha naturalidad a la hora de frasear y sortear cambios de registro, y un gran desparpajo, sin aspavientos, a la hora de poner en escena cada pieza. Todos signos de una madurez prodigiosa, aún por encima de lo que demostró en aquel concurso hace apenas unos meses. Su cantar fluido y potente, sin aparente esfuerzo, embelesó al público. 
Evidenció contención y elegancia en piezas tan emblemáticas como la nana, gracia en la seguidilla y energía en el polo final de las canciones de Falla, mientras destacó su fuerza expresiva y agilidad ornamental en las Carceleras de Las hijas de Zebedeo, filados impresionantes en Sierras de Granada de La Tempranica, y salero en la Petenera de La Marchenera. Unas constantes que emergieron también en la propina, la polonesa de la zarzuela El barbero de Sevilla, Me llaman la primorosa, que ya entonó en el certamen de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera.

Una batuta en condiciones difíciles

El problema de actuar en espacios emblemáticos suele ser a menudo prescindir de condiciones acústicas más adecuadas. Incluso cuando se programan festivales de verano en parques o auditorios al aire libre, la orquesta suele contar con una concha acústica conveniente que potencie su sonido y facultades. No cabe duda de lo mucho que embriaga la belleza de un fondo tan majestuoso como la fachada del Palacio Mudéjar, pero a cambio de sacrificar el excelente sonido al que nos tiene acostumbrados la ROSS. A ello hubo de sumarse una iluminación efectista pero oscura, especialmente grave a la hora de visualizar a la soprano.

Beatriz Fernández Aucejo tuvo que hacer frente a estos inconvenientes, sumado a su particular forma de entender unas partituras que van más allá de la vistosidad y el colorismo con el que ella las acometió. Así, resultó imperdonable que en su pasaje central, el Corpus Christi en Sevilla sonara tan caótico, o que la bellísima Triana no luciera en todo su esplendor, con incómodas pérdidas de ritmo y tensión.

Sin embargo, no cabe duda de que la directora valenciana, curtida en el mundo de las bandas sinfónicas, posee un talante enérgico y comprometido del que pueden emerger satisfacciones muy variadas, y que convendría observar en un escenario más adecuado. Tampoco es que las orquestaciones de Fernández Arbós acaben de hacer plena justicia a una obra tan imponente como Iberia de Albéniz, al menos no tanto como lo que Ravel extrajo de Cuadros de una exposición de Mussorgsky.

A esta cita de aroma inconfundiblemente local, se sumó muy cerca el homenaje a Paco de Lucía que se celebró en el Maestranza para inaugurar la Bienal de Flamenco. No cabe duda de que hemos alcanzado el ecuador de septiembre y estamos preparados y preparadas para el otoño.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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