sábado, 28 de septiembre de 2024

SOY NEVENKA Los dueños del cortijo

España 2024 110 min.
Dirección Icíar Bollaín Guion Icíar Bollaín e Isa Campo, según la novela de Juan José Millás y los testimonios de Nevenka Fernández Fotografía Gris Jordana Música Xavier Font Intérpretes Mireia Oriol, Urko Olazabal, Ricardo Gómez, Carlos Serrano, Lucía Veiga, Mabel del Pozo, Pepo Suevos, Font García, Miguel Garcés. Luis Moreno, Javier Gálego, David Blanka, Mercedes del Castillo Estreno en el Festival de San Sebastián 20 septiembre 2024; en salas 27 septiembre 2024

Desde hace unos años, el caso de Nevenka Fernández se ha vuelto tan mediático como cuando saltó a la actualidad a principios de este siglo. Los responsables de este revival son el devastador libro de Juan José Millás, basado en una serie de entrevistas que el periodista mantuvo con la víctima de los abusos sexuales del alcalde de Ponferrada, donde ella ejercía como improvisada concejala de Comercio y Hacienda, así como la obra de teatro que la compañía andaluza Histrión Teatro puso en marcha hace unos años a partir del texto de Millás. María Goiricelaya supo de forma tan concisa como demoledoramente conceptual poner en escena esta crónica de lo inaceptable, a lo que se sumó hace apenas un par de años una mini serie documental para Netflix articulada en torno a los testimonios de una visiblemente deteriorada física y psicológicamente Nevenka Fernández. El rodaje el pasado invierno de esta nueva incursión de Icíar Bollaín en la crónica negra española y a menudo universal, se tuvo que realizar en Zamora porque el gobierno local de Ponferrada, todavía en manos del mismo PP en el que se forjó la polémica y el escándalo sin que nadie al margen del directo abusador hiciera nada por paliar tan inadmisible episodio, denegó los permisos pertinentes. Hace veinte años era el pueblo el que indignado clamaba contra la víctima y aclamaba al verdugo, de la misma forma que el pueblo marbellí destacaba los supuestos logros de Julián Muñoz frente al latrocinio perpetrado sobre sus arcas públicas, ahora recordado tras su anunciada muerte. Aquellas heridas parecen no haberse cerrado, toda vez que la sociedad sigue empeñada en normalizar los excesos y disparates de nuestra clase política e institucional, por mucho que a menudo se autoproclamen dueños del cortijo, haciendo y deshaciendo a su gusto todo aquello que directa o indirectamente afecta a nuestro quehacer diario.

En este contexto, la historia de Nevenka Fernández se erige en un cuento moral y a la vez de terror sobre cómo los abusos psicológicos y sexuales se justifican, convirtiendo incluso a la propia víctima en responsable absoluta de su destino. Si ya partimos de aceptar los insultos habituales a la mujer que tienen que ver con su conducta moral, siempre más vilipendiada que la del condonado hombre, visible incluso en una indignante moda de bautizar bares y restaurante con calificativos peyorativos de mujer, queda claro lo mucho que el machismo se ha normalizado, lo mucho que cuesta combatirlo y lo muchísimo que queda por hacer para erradicarlo. Icíar Bollaín, que es indiscutiblemente una excelente directora, hace siempre lo posible por ayudar a corregir estas injusticias, y si hace veinte años denunciaba la violencia de género en el ámbito doméstico con Te doy mis ojos, ahora hace lo propio con el caciquismo y el abuso de poder, enmarcado en el movimiento Me Too, dejando claro que un ejemplo temprano y valiente lo tuvimos aquí en España, cuando Fernández fue puesta en tela de juicio incluso en los medios de comunicación, con una Ana Rosa Quintana, todavía considerada reina de la televisión, abanderando esta campaña de denigración a una mujer ultrajada, aterrorizada y traumatizada para el resto de su vida, tal como pudimos comprobar en la entrevista que le brindó Ana Pastor simultáneamente al rodaje de la cinta y emitida un día antes de su estreno, y como atestigua el hecho de que tuviera que huir de España y residir en el extranjero para procurar rehacer en lo posible su vida.

Su amarga crónica viene protagonizada también por quienes le dieron la espalda, entre ellos aunque de forma matizada, sus propios padres, compañeros y compañeras de corporación y resto de la ciudad que la vio nacer y con la que siempre mantendrá esos en su caso dolorosos lazos de amor que tanto nos unen a nuestra tierra. Pero también pone el acento en quien la poyó desde un principio, la médico y también concejal en Ponferrada Charo Velasco, que aunque del partido en la oposición, no buscó nunca sacar tajada de la situación. Una vez más se demuestra que solo la izquierda es capaz de hacernos avanzar, frente al inmovilismo de la derecha, tan rancia como reaccionaria. Bollaín se muestra como la eficiente realizadora que es, manteniendo ritmo y tono con la ayuda de una joven Mireia Oriol empapada en su rol hasta prácticamente mimetizarse con él. También Urko Olazabal construye un villano que no cree que lo es, de múltiples resortes y matices, mientras el resto del elenco cumple con responsabilidad, y entre todos consiguen un trabajo sólido y absorbente, ciertamente irrespirable, una paliza emocional en toda regla que prácticamente nos hace saltar del asiento y abandonar durante dos horas nuestra zona de confort. Atención al cameo de la protagonista, entre el público que asiste al desfile de los Templarios.

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