Nos
referimos a la mezzosoprano Vivica
Genaux, una autoridad tanto en el canto
barroco como en el bel canto, o en la combinación de ambos, como en esta
ocasión, y cuanto se proponga. Su voz ha ido ganando peso, aunque puede que en
algunos aspectos se note el paso del tiempo, especialmente en algunos cambios bruscos de registro y puntuales
pérdidas de control de la respiración. Pero en cualquier caso se trata de
apuntes extraídos con el único fin de no caer en el elogio absoluto y la
admiración exacerbada.
Nos
gusta Vivica Genaux y lo corroboramos tras este aseado y elocuente recital en el que se alternaron piezas
instrumentales y cantatas de Domenico
Scarlatti, tan vinculado a España como lo estuvo su padre Alessandro, que
nació en Nápoles cuando pertenecía al imperio español. Pero aún más, porque Domenico
trabajó directamente en plazas españolas
como Sevilla o la Corte de Felipe V en Madrid. Y a esa etapa pertenece fundamentalmente
este escaparate del compositor enmarcado
en el Festival de Ópera de Sevilla.
Una
voz cálida y un acompañamiento formidable
La
voz de Alaska estuvo magníficamente
acompañada por un trío de ases, que además interpretaron las sonatas que
abrieron cada una de las dos partes del programa, la primera con la viola da
gamba de Rami Alqhai como
protagonista, la segunda con la cuerda pulsada de Carles Blanch como solista. El resto fueron sonatas y un fandango
para clave solo que el especialista esloveno Egon Mihajlovic recreó con delicadeza y riqueza de matices.
Genaux
acertó en el aire melancólico que extrajo
de la primera de las arias de la cantata No,
non fuggir o Nice, mientras exhibió un palpable
talento para la coloratura en la segunda, más dinámica. Pero sería en Fille giá più non parlo y sus aires de
fandango con elocuentes pausas, donde despertó la primera ovación del público, cerrando con satisfacción la primera
parte del programa.
Lástima
que las traducciones empleadas en los sobre títulos resultaran tan literales
que apenas mostraran alguna coherencia,
mientras aplaudimos el excelente acento español y dominio de la lengua de la
cantante cuando se dirige con tanto respeto y educación al público, extensible
al atuendo, ligeramente inspirado en los mantones sevillanos.
Mihajlovic
demostró ser un clavecinista consumado,
atento y preciso en cada una de las cuatro sonatas programadas, y el fandango
en modo dórico que abordó con total virtuosismo aunque algo atropellado como para provocar la emoción perseguida. Logró,
no obstante, ser tan afectivo en la Sonata K.213 como elegante en la 238, ágil
y dinámico en las 239 y 555. Por su parte, además de como obligado, Alqhai
exhibió tanta ternura en la Sonata K.81 como Blanch resultó preciso, detallista y delicado a la guitarra
barroca en la 89.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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