Dirección José Mari Goenaga y Aitor Arregi Guion José Mari Goenaga Fotografía Javier Agirre Erauso Música Aránzazu Calleja Intérpretes José Ramón Soroiz, Nagore Aranburu, Kandido Uranga, Zorion Eguileor, Kepa Errasti, Cristina Yélamos Estreno en el Festival de San Sebastián 20 septiembre 2025; en salas 26 septiembre 2025
Tras la académica serie sobre Balenciaga protagonizada por Alberto San Juan y la inquietante Marco sobre un falso superviviente español del holocausto nazi, los Moriarty, es decir Aitor Arregi y José Mari Goenaga, se embarcan en un proyecto posiblemente más afín a la estética del segundo que del primero. Y lo hacen como se dieron a conocer en 2014 con Loreak, en eusquera y confiando uno de los papeles protagonistas a la estupenda Nagore Aranburu, que tanto nos conmovió en la también serie Querer, de la recién ganadora de la Concha de oro Alauda Ruiz de Azúa. Un idioma original que demuestra la riqueza cultural y patrimonial de este país, tan digna de respetarse y protegerse como nuestros monumentos, gastronomía o literatura, por poner algunos ejemplos que cuentan con mayor consenso en este país siempre tan dividido y presto a la polémica.
Aplaudimos también que Goenaga haya prestado su atención a los homosexuales de la tercera edad, en un mundo dominado por cuerpos danone y mucha juventud. Allí, en la célebre playa de Gran Canaria que da título a la cinta, disfruta de su vejez el protagonista, un espléndido y matizado José Ramón Soroiz, justo ganador del premio a la mejor interpretación protagonista también en este Festival de San Sebastián. Desarmarizado de forma más relativa que real, al desarrollar su vida cotidiana en espacios presididos por el gueto gay, acabará armarizado de nuevo cuando se ve obligado por las circunstancias a regresar a Donosti e internarse en una residencia poco antes de desatarse un metafórico coronavirus.
El film muestra hasta donde la prudencia le exige, esa fiesta homoerótica al que se abandona Vicente, el personaje, mientras su desarrollo posterior deja algunas cuestiones al debate y la convicción o no de cada uno, según se aprecie. Pero todo va encajando, y nos vamos quedando con la evolución del personaje, adquiriendo nuevas habilidades sociales y, sobre todo, superando esa homofobia que tantos homosexuales practican sobre sí mismos. En el camino, la ternura en forma de amistad imprevisible, se va convirtiendo en principal eje de emoción, además de ejercicio de comprensión y respeto hacia quien piensa diferente, erigiéndose en lo mejor y más conseguido del film, gracias en gran parte a un excelente trabajo de Kandido Uranga que, esperemos, no pase desapercibido en las próximas quinielas de premios. Aunque ningún premio es tan estimulante y liberador como un buen baño desnudo en el inmenso mar.
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