Otoño Barroco de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla. Juan Sancho, tenor. Miguel Rincón, guitarra barroca. Programa: Tonos humanos de José Marín. Sábado 7 de noviembre de 2020
El ciclo Otoño Barroco se centró anoche en los tonos humanos, canciones profanas españolas del siglo XVII, de José Marín, conservados curiosamente en Cambridge desde su descubrimiento en una tienda de Londres a finales del siglo XIX. El compositor, cantante y guitarrista madrileño, que trabajó incluso para la corte de Felipe IV, se caracterizó por una enorme ambigüedad que le llevó de vestir hábitos religiosos a cometer atroces crímenes que le condujeron a la cárcel, la tortura y el exilio, de ahí a retomar una vida ejemplar y mientras todo eso ocurría componer bellísimas canciones según poemas de profundo calado emocional, siempre según las pautas y características del tema amoroso.
Para la ocasión se reunieron dos queridos artistas sevillanos, el tenor Juan Sancho y el especialista en cuerda pulsada Miguel Rincón, últimamente tan ocupado en Suiza que apenas hemos tenido ocasión de disfrutar de su talento. A Sancho todavía lo recordamos por su debut en el Maestranza hace un buen puñado de años de la mano de William Christie y Les Arts Florissants. Desde entonces su trabajo como cantante de ópera especializado en el repertorio barroco se ha ido enriqueciendo y engrosando, de ahí que haya adoptado un estilo muy característico del que no fue capaz del todo de desprenderse en este recital que quizás requería otra línea de canto. No obstante su trabajo resultó extraordinario, de una fluidez proverbial y una capacidad intachable para modular y frasear a discreción, haciendo justicia a las hermosas melodías de Marín, sin olvidar una dicción perfecta que permitió casi en todo momento seguir sin problema los hermosos poemas seleccionados. Es cierto que muchos de estos tonos nos hemos acostumbrado a escucharlos en voces femeninas como las de Mariví Blasco, Raquel Andueza o hace más tiempo Montserrat Figueras, y puede que por ello oírlos ahora en la voz de Juan Sancho resultara chocante, a pesar de que están concebidas para voz masculina, la del propio Marín.
Sancho hizo desde luego una exhibición de buen gusto, control de la técnica y hermosura en la voz que casó estupendamente con el arte de Rincón para introducir las coplas a partir de piezas de Gaspar Sanz y otros, fundamentalmente jácaras, y glosar en perfecto estilo cada una de las propuestas que Sancho cantó con tanta intensidad y sentimiento, a veces dejando fluir ornamentaciones propias de la ópera, otras atreviéndose con el quejío flamenco. Desde el bellísimo Montes del Tajo hasta el delicadísimo Coraçon que en prisión, Sancho y Rincón sobresalieron en gallardía y donaire, logrando eso tantas veces difícil de captar nuestra atención sin soltarla, con cumbres como el inmarchitable Ojos pues me desdeñáis, de la que Sancho hizo una versión sobrecogedora, y ese Filis no cantes que entona aquello de disfrazando rigores de suavidades, ideal para que estos tiempos de incertidumbre se amortigüen con el talento, la belleza y la delicadeza con que ambos artistas defendieron tan precioso repertorio. Entre bloques de tres tonos cada uno, Rincón tocó unos canarios de Sanz y una jiga de Santiago de Murcia basada en una sonata de Corelli, de forma impecable, técnicamente precisa y perfectamente glosada.
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