La Bayadère de Ludwig A. Minkus
Ballet de la Ópera de Varsovia Director artístico Krzystof Pastor
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Director musical Tadeusz Wojciechowski
Coreografía Natalia Makarova a partir de Marius Petipa
Principales bailarines Alexandra Liashenko, Marksim Woitiul, Yuca Ebihara, Sergey Basalaev, Vladimir Yaroshenko, Jacek Tyski, Karolina Sapun, Margarita Simonova Teatro de la Maestranza, martes 10 de enero de 2012
Como su contemporáneo el francés Adolphe Adam, la música del austriaco Ludwig Minkus no se entendería ni se cultivaría hoy si no fuera por la importancia y la influencia que ejerció en la esencia de lo que hoy consideramos unánimemente ballet clásico. Sus numerosas colaboraciones con el gran coreógrafo Marius Petipa y su incansable labor frente al Teatro Bolshoi y los ballets imperiales rusos, dan buena fe de ello, por encima de una música que en términos generales no sobrepasa los niveles de mera corrección, fácil escucha y eficiente función como acompañante de brillantes números de baile. En esta ocasión su música se presentaba bajo los arreglos que el británico John Lanchbery realizó en 1980 para la versión coreografiada por la bailarina rusa Natalia Makarova a partir del concepto original de Petipa. Curiosamente Lanchbery fue un director y arreglista muy familiarizado con el ambiente exótico retratado en la música de, por ejemplo, Ketélbey, a pesar de que en este título de Minkus que ilustra un cuento oriental hay pocos elementos a ese nivel.
En su tradicional cita a principios de año, ésta es la única oportunidad en nuestra ciudad a lo largo de todo el curso de disfrutar de un espectáculo de danza con orquesta sinfónica en el foso, algo de lo que nuestros medios de comunicación parecen hacerse escaso eco. Hubo un tiempo en que la crónica puramente visual, escénica y danzística, se acompañaba de otra esencialmente musical. Pero hoy la excelente labor de nuestra magnífica orquesta queda tan oculta como su –lógica- ubicación en el foso del teatro. Una vez más la ROSS hizo gala de sus estupendas prestaciones, ciñéndose como un guante a la escena y al baile, gracias a la sincronización de la que el maestro Tadeusz Wojciechowski demostró ser sin duda un experimentado especialista. Con espléndidos solos de violín y violonchelo, la orquesta logró que cada uno de los acordes de esta amable y disfrutable partitura sonara con la prestancia y la solvencia necesarias, llegando en su excelente interpretación casi a confundirse con la esencia chaikovskiana de la que sin duda parte la música de Minkus.
Un gran trabajo al servicio del no menos impecable de los bailarines y bailarinas que durante casi dos horas y media inundaron el escenario de un Maestranza evocador de los grandes montajes decimonónicos, de suntuosos decorados y coloristas vestuarios orientados a recrear los exóticos ambientes indios en los que transcurre este folletinesco drama sobre el amor y la muerte. Impecables en flexibilidad, fuerza y energía, los protagonistas no lograron sin embargo transmitir la pasión inherente a sus personajes, siendo en este sentido el trabajo de la princesa Gamzatti (Yuka Ebihara), rival de la protagonista, el más sobresaliente, añadiendo gestualidad y adecuados ademanes a su grácil movimiento. Entre los bailarines destacamos el portentoso y acrobático baile de Vladimir Yaroshenko como Ídolo de oro en el tercer acto; mientras a nivel de conjunto lo mejor aconteció en el segundo acto, que transcurre en el reino de las sombras, cuando las blancas danzarinas recorren elegantemente una rampa en espiral al más puro estilo Ziegfeld.
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