Un momento de esta puesta en escena en el Teatro Carlo Felice de Génova |
Carlos Chausson recibió las mayores ovaciones de la noche |
El vestuario y los decorados se inspiran en la belle époque, por lo tanto de carácter eminentemente modernista, lo que unido a la comicidad del elenco pudo remitirnos a las películas mudas cómicas de principios del siglo pasado. Al castillo decadente de Don Magnífico, con paredes y columnas parcheadas, y el palacio a la última moda de la época, con jardines y vidrieras inspiradas en esa corriente decorativa y cambios de escenario ágiles y a la vista, se sumaron unas originales puestas en escena de la obertura, que se aprovecha para narrar el infortunio precedente de la protagonista, e incluso el descanso, en el que los invitados a palacio disfrutan de un ágape similar al de los asistentes en las dependencias del teatro. Un espectáculo por lo tanto notable que logró que las dos horas y media largas de representación se digeriesen como un bálsamo.
En el apartado de los artistas locales tenemos que aplaudir una vez más la iluminación de Juan Manuel Guerra y el portentoso coro masculino del Maestranza, que por supuesto también tuvo que hacer gala de su buen humor. En cuanto a la orquesta, convenientemente reducida para la ocasión, sólo podemos tener elogios, por su tersura, agilidad y disciplina. A pesar de su juventud, Giacomo Sagripanti se reveló como excelente batuta rossiniana, de dirección electrizante y a la vez llena de matices, dominando en crescendi y dinámicas, con ritmos frenéticos y una capacidad encomiable para acompañar las voces sin ahogarlas. Que en alguna ocasión aislada no fuera exactamente al unísono con ellas no empañó un trabajo que debemos considerar ejemplar a todos los niveles. Hoy veremos cómo se desenvuelve el director de Fermo, provincia de Ascoli Piceno, con otras páginas y autores de estéticas muy diferentes en el correspondiente concierto de abono de la Sinfónica. Para el recuerdo momentos tan sensacionales como Questo é un nodo avviluppato, paradigma de comicidad y agilidad endiablada en la que todos los integrantes, voces y orquesta, tienen que exhibir sus mejores prestaciones, y vaya si lo hicieron.
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