USA 2013 138 min.
Dirección David O. Russell Guión David O. Russell y Eric Warren Singer Fotografía Linus Sandgren Música Danny Elfman Intérpretes Christian Bale, Bradley Cooper, Amy Adams, Jennifer Lawrence, Jeremy Renner, Michael Peña, Jack Huston, Louis C.K., Alessandro Nivola, Shea Whigham, Elisabeth Röhm, Paul Herman, Anthony Zerbe, Colleen Camp, Robert de Niro Estreno en España 31 enero 2014
Partiendo de un caso de corrupción política y especulación inmobiliaria que tuvo cierta repercusión en Estados Unidos en la década de los 70, David O. Russell ha construido una tragicomedia con la que ha logrado situarse por tercera película consecutiva en la pista de salida de los Oscar, tras The Fighter y El lado bueno de las cosas. Y con los protagonistas de aquéllas ahora reunidos nos ofrece un ambicioso juego de engaños y estafas con un embalaje tan suculento que hace parecer el caramelo mejor de lo que es. Porque para hacer buenas películas de estafadores hay que articular muy buenas tramas, complejos laberintos que nos mantengan intrigados, inquietos e interesados de principio a fin, y ésta no lo consigue. No obstante su propuesta merece la atención por su atractiva puesta en escena y sus carismáticos protagonistas, pero el estilo narrativo que se ha marcado en plan Scorsese se antoja impersonal y ocasionalmente irritante, aluvión de canciones incluido, lo que deja la banda sonora de Danny Elfman en un mero testimonio. Se supone que ilustra un caso de corrupción en plena crisis económica, la que provocó la gestión de Nixon y la Guerra de Vietnam, como espejo de la que padecemos hoy y los escándalos que surgen a su alrededor. Sin embargo ni Russell ni su guionista presentan mucho interés por destapar ese asunto ni analizar sus consecuencias, que no fueron otras que la aparición de los primeros casinos legales en la costa oeste del país, en Atlantic City para ser más concretos. Por el contrario el libreto se centra más en retratar la ambición desmedida de un agente del FBI que pretende ver en su asociación con unos estafadores de altos vuelos la llave para alcanzar el éxito como agente especial y héroe nacional. Tenemos pues a un director muy ambicioso condenando precisamente el exceso de ambición, y nosotros condenamos su película. Porque ciertamente es vistosa, entretenida y cuenta con notables caracterizaciones, pero en el fondo está hueca e intelectualmente desvaída. Hay muchos actores en Hollywood que para ser calvos y barrigones no necesitan tanto maquillaje y metamorfosis física como Christian Bale, pero ya se sabe que una buena actuación acompañada de drásticos cambios de aspecto garantizan la nominación. Ellas están estupendas en todos los sentidos, y se convierten con justicia en uno de los principales reclamos de esta glamorosa aventura, mientras Bradley Cooper logra su mejor y más divertida caracterización, a pesar de excesos evidentes. Pero dónde queda la crítica y la condena, si al final parece que lo que más interesa es hablar de relaciones sentimentales y triunfos sociales, e incluso se tiene la desfachatez de redimir a quienes con la coartada del servicio público no hacen sino enriquecerse desmedidamente.
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