Guión, fotografía y dirección Juan Cavestany Música Aaron Rux y Nick Powell Intérpretes Eduard Fernández, Raúl Arévalo, Adriana Ugarte, Santiago Segura, Maribel Verdú, Carlos Areces, Tristán Ulloa, Alberto San Juan, Antonio de la Torre, Ernesto Sevilla, Irene Escolar, Coque Malla, Julián Villagrán, Luis Bermejo, Javier Botet, Luis Callejo, Nuria Gallardo, Francesc Garrido, Javier Gutiérrez, Javivi, Silvia Marsó, Diego Martín, Eulalia Ramón, Martiño Rivas, Gustavo Salmerón, Clara Sanchos, Roberto Álamo Estreno en España, no en Sevilla, 26 septiembre 2013
Tras años trabajando para la televisión, escribiendo guiones para Mariano Barroso (Los lobos de Washington) o Daniel Calparsoro (Guerreros) e intentando sin éxito cultivar la comedia más o menos convencional en títulos como El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo o Gente de mala calidad, así como ensayar nuevos lenguajes en el mismo terreno en el largometraje (Dispongo de barcos) y el corto (El señor y el sorprendente e hilarante Ramona), el realizador y también dramaturgo (Animalario) Juan Cavestany se erige en hombre orquesta (dirección, guión, fotografía y montaje) con la complicidad de la plana mayor del nuevo cine español, y nos regala esta genial película que se define mejor con sus frases publicitarias – Antes todo esto era campo; Irreductible poesía de la condición humana frente a las embestidas de lo extraño y lo caótico – que intentando comprender todas sus complejas intenciones y propuestas. Un guión sobreelaborado e inteligente en el que una multitud de secuencias protagonizadas con sorprendente naturalidad por un sinfín de personajes, en principio sin conexión alguna, escenifican actitudes tan insólitas como surrealistas con la ciudad y sus no lugares como telón de fondo. La experiencia, tan hipnótica como tremendamente divertida, nos lleva a una consecuencia final en la que nos vemos sumergidos en una vorágine de comportamientos tan convencionales como aprendidos, de forma que cuando alguien se sale de lo común nos parece grotesco e irreal, si bien comprendemos que la verdadera libertad debería cobrar todo su sentido cuando nos sintiéramos ajenos a cualquier tipo de atadura o convención social, siempre con el límite de la libertad del prójimo, que para eso está el imprescindible episodio protagonizado por Maribel Verdú y Tristán Ulloa. En definitiva somos como zombies ajenos al paso del tiempo y al inexorable fin de nuestros días, sólo así se entiende que nos marquemos tantas metas y nos preocupemos tan a menudo por cosas y situaciones que no son sino producto de nuestra misma manipulación. Por eso parece tan absurdo que alguien no sepa andar, beber o dormir, cuando como todo lo demás lo llevamos bien aprehendido casi desde que nacemos, sin preguntarnos el por qué de las cosas. Una película que debería disfrutarse en compañía, tal es la cantidad de detalles y situaciones tan divertidas como enigmáticas que propone y que harán las delicias de quienes procuran sacarle el mayor partido a cualquier tipo de evento, comentándolo hasta exprimirlo. Una experiencia única, fresca y tan novedosa que nos hace pensar que son este tipo de productos los que renuevan el lenguaje cinematográfico, sacándolo del anquilosamiento y renovando nuestra expectativa y confianza en un arte que a menudo acaba decepcionándonos.
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