Gabriel Arellano, José Ignacio Fernández, Antonio Sáez, Daniel Sáez, Miguel Hidalgo y Antonio Torralba |
A pesar de eso hubo motivos para disfrutar de la propuesta del conjunto, un recorrido exhaustivo pero muy bien articulado por la música instrumental de los siglos XIV y XIII en sentido inverso, desde las corrientes italianas, siguiendo con el Manuscrito del Rey francés y terminando con las Cantigas de Alfonso X el Sabio, adaptando cantos de trovadores a ilustraciones meramente instrumentales. Influencias árabes en la música europea medieval, con instrumentos y sonidos introducidos a través de nuestra península, que el grupo ofreció con auténticas piezas museísticas demostrando dominio y familiaridad a prueba de malas condiciones acústicas.
Tampoco la penumbra en que se desarrolló el concierto, por muy teatrales que queden los candelabros y la tenue iluminación del altar, ayuda a apreciar el trabajo de los músicos, a pesar de lo cual destacamos el refinamiento en arabescos, melódicos y articulaciones, la flauta en un solo precioso de balada, la hipnótica y cristalina cítola de José Ignacio Fernández en Seigneurs Sachiez, o la sensibilidad de Gabriel Arellano en una estampida a la viola. A destacar también la melodiosidad de la Cancioncilla alemana, la Dansse Real o el Chose Tassin III, además de su particular versión del Lamento di Tristano. Un repertorio que nos pareció abordado con excesiva delicadeza, sobre todo apreciable en una discreta percusión, siempre bajo los inconvenientes acústicos apuntados. Un programa muy similar al ofrecido la semana anterior por Capella de Ministrers debido a la falta de fuentes, y en el que la improvisación y la reinvención juegan un papel evidente, como quedó patente en un creativo ensamblaje de tres cantigas al final del desaprovechado concierto.
Versión ampliada del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 9 de febrero de 2014
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