sábado, 15 de junio de 2019

TOLKIEN Búsqueda frustrada de un tesoro

USA 2019 112 min.
Dirección Dome Karukoski Guion David Gleeson y Stephen Beresford Fotografía Lasse Frank Johannessen Música Thomas Newman Intérpretes Nicholas Hoult, Lily Collins, Colm Meaney, Derek Jacobi, Genevieve O’Reilly, Laura Donelly, Patrick Gibson, Anthony Boyle, Tom Glynn-Carney, Harry Gilby, Albie Marber, Adam Bregman, Owen Teale, Pam Ferris, Mimi Keene Estreno en Estados Unidos 10 mayo 2019; en España 14 junio 2019

Enésima visita a los institutos académicos británicos de principios del siglo XX, con toda su carga épica, su clasicismo, conservadurismo y supuesta dignidad persistente. La excusa es adentrarse en la juventud de J.R.R. Tolkien y de paso descubrir las influencias y motivaciones que le llevaron a escribir dos de los éxitos literarios más descomunales del último siglo, El Hobbit y, sobre todo, El señor de los anillos.

Ideas como la comunidad, la alianza, la amistad, las leyendas nórdicas, la trilogía de Wagner, la Primera Guerra Mundial como campo de batalla, el riesgo y el atrevimiento (la palabra nórdica Helheimr es repetidamente pronunciada como grito de guerra por los jóvenes protagonistas de la historia, en un claro paralelismo con el Carpe Diem de El club de los poetas muertos), se convierten en carne de un guión en busca de un tesoro que no encuentra.

Poco o nada interesan, supongo que ni siquiera a los fanáticos del autor y su particular universo, estos retazos emocionales encaminados a comprender la obra y épica de un escritor tan singular y relevante. Pobre incluso en la invocación de los héroes y monstruos que jalonan su literatura, la empresa naufraga por un libreto endeble, forzado y poco inspirado, además de unas interpretaciones que como el resto de la función rayan lo plano y la nadería.

Poco o nada parece hacer al respecto la fría y poco inspirada dirección del finés Dome Karukoski, responsable de otro biopic, algo más creativo y esmerado, Tom of Finland. Solo justifican su visionado la siempre estimulante música de Thomas Newman, la previsible y reconfortante ambientación elegantemente británica, y una emotiva escena casi al final de la película en la que el protagonista habla con la madre de su mejor amigo, y no entendemos por qué mayor inspirador. El resto, incluida su anodina historia de amor, está destinado al olvido.

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