viernes, 11 de abril de 2025

UN FLORISTÁN JUGUETÓN FRENTE A LA MAGIA DE EUN SUN KIM

Gran Sinfónico nº 9 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Juan Pérez Floristán, piano. Eun Sun Kim, dirección. Programa: Concierto para piano y orquesta nº 1 SZ83, BB91, de Béla Bartók; Petrushka, escena burlesca en cuatro cuadros (versión 1947), de Ígor Stravinski. Teatro de la Maestranza; jueves 10 de abril de 2025


Un breve acorde citando la Danza rusa de Petruchka en el primer movimiento del Concierto para piano nº 1 de Bartók, pone en relación estas dos páginas maestras del primer cuarto del siglo pasado. A su vez, en dos semanas hemos tenido la oportunidad de disfrutar de los tres ballets fundamentales del compositor ruso, dos de ellos en los atriles de la ROSS. Y del mismo modo, en estos mismos conciertos hemos podido disfrutar del arte de los dos mejores pianistas españoles (y andaluces) del momento, Perianes y Floristán.

El joven sevillano debía haber interpretado el primero de los tres conciertos de Bartók en mayo de 2023, con Marc Soustrot a la batuta, pero fue suspendido por huelga del personal de la orquesta. El tercero protagonizó el último concierto de Soustrot como director titular de la Sinfónica, en junio pasado. La próxima temporada le tocará el turno al segundo de estos conciertos.

En el podio, una de las más renombradas directoras de orquesta, la surcoreana Eun Sun Kim, ampliamente laureada, con vasta experiencia dirigiendo algunas de las más prestigiosas orquestas del mundo, y depositaria de entusiastas críticas. Muchas razones para dejarse seducir por tan estimulante cita, a pesar de su brevedad, toda vez que del programa original de aquel mayo de 2023, se apeó Finlandia de Sibelius.

Pérez Floristán entusiasmado y en sintonía

Tras dos breves piezas de juventud para piano, una rapsodia y un scherzo, Bartók compuso sus tres conciertos para piano, fundamentales para el repertorio del siglo XX, entre 1923 y 1926. El primero es una página de considerable rigor rítmico y contrapuntístico, de considerable dificultad y una estética neoclásica evidente, en la que el piano asume a menudo el carácter de percusionista, junto a una representación de la sección en la que el veterano Gilles Midoux asumió su último concierto antes de jubilarse y tras pertenecer a su plantilla desde su fundación. Un dato que el director gerente de la orquesta, Jordi Tort, aprovechó para brindarle un merecido homenaje ante el público.

El carismático pianista pareció disfrutar a tope durante toda la interpretación de la página, jugueteando con el teclado, extrayendo de él su máxima expresividad, y evidenciando en su rostro una actitud de demoledora satisfacción. Una interpretación impecable, de ritmo preciso y a menudo brutal, si bien limando asperezas y haciendo hincapié en la brevedad de sus motivos y ese puntillismo a menudo presente en la partitura. Una interpretación intensa pero controlada, especialmente en su particular andante, abordado junto a maderas y percusión como si de un misterioso pasaje se tratase.

Igualmente controlado fue el trabajo a la dirección de Sun Kim, que estuvo muy atenta a la lógica de la construcción y a la estética del pianista, si bien echamos en falta algo más de incisividad y una mayor vehemencia a la hora de articular emociones. En realidad, fue ese aparente caos que deambula por la pieza lo que más echamos en falta, como si el empeño de la directora enturbiara el concepto que habitualmente tenemos de este icónico concierto.

Floristán decidió en la propina recuperar la participación de Sibelius en el programa original, interpretando con una sensibilidad extrema y una capacidad melódica excelsa, El abeto.

Una narrativa muy precisa

Por esos derroteros corrió también Petruchka, el segundo de los ballets que Stravinski compuso para Dhiagilev, de origen igualmente pianístico, instrumento del cual se hizo cargo, con la habitual fortuna que le caracteriza, Tatiana Postnikova. Todas las familias instrumentales, por cierto, brillaron a un nivel excepcional, con solos extraordinarios de Juan Ronda a la flauta, José Forte a la trompeta y toda una sección de trompas de extraordinaria resolución.


Aquí, el empeño de la directora por hacer que todo sonara con una brillantez y una limpieza absoluta, casó muy bien con la intención narrativa de la partitura, si bien faltó a nuestro juicio un toque más grotesco allí donde la pieza lo demanda. Por otro lado, su retórica quedó perfectamente plasmada, como un mickeymousing capaz de plasmar cada movimiento y fortuna de los personajes, especialmente ese Petruchka, marioneta desgraciada y miserable a la que el amor no correspondido lleva al abismo.

Toda la alegría de la fiesta y el carnaval, así como los pasajes más relajados y sentimentales y aquellos de carácter mayoritariamente circense, sus aspectos más humorísticos y hasta ridículos, quedaron perfectamente plasmados en esta impecable interpretación. La cuerda brilló por derecho propio en sus frecuentes pasajes fuertemente sincopados, dando todo el conjunto a las órdenes de tan esmerada batuta, una inconfundible sensación de magia, tan afín a la historia narrada y los movimientos imaginados de los y las danzantes.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 9 de abril de 2025

TIERRA DE NADIE Coctelera gaditana

España 2025 101 min.
Dirección
Albert Pintó Guion Fernando Navarro Fotografía David Acereto Música Sara Cáceres Huerta Intérpretes Luis Zahera, Karra Elejalde, Jesús Carroza, Vicente Romero, Paula Díaz, Damián Alcázar, Jero Medina, Emilio Palacios, Tamara Casellas, Mona Martínez Estreno en el Festival de Málaga 15 marzo 2025; en salas 28 marzo 2025

Tras un debut atrevido y alternativo con Matar a Dios, el director catalán Albert Pintó fue adaptando su estilo al más convencional y a todas luces comercial, con películas como Malasaña 32 y algunos capítulos de la exitosa serie La casa de papel, hasta lograr con la ayuda inestimable de Anna Castillo en Nowhere un film claustrofóbico insólito en nuestra cinematografía. Ahora se adentra en el más puro thriller ibérico con tintes de western sucio y polvoriento, echando mano de todos los clichés y tópicos posibles para recrear el peligroso mundo del narcotráfico en la Bahía de Cádiz.

Surgen aquí todas las filias y fobias del género, en un batiburrillo con ínfulas de coctelera que retrata la zona con toda la miseria posible, maltrata a sus personajes con traiciones y lenguaje exabrupto, mientras la trama va cobrando inverosimilitud y el trío protagonista apenas logra causar simpatía en el sufrido público. La influencia en la puesta en escena de títulos sureños como La isla mínima o Intemperie se hace notar, mientras queda desdibujada la relación entre sus tres camaradas protagonistas, eje de la función, y los diálogos, menos cuando hablan Karra Elejalde y Paula Díaz, resultan ininteligibles a causa del esfuerzo en intensificar acentos, gaditano y gallego.

Por supuesto la función queda absolutamente reservada a los hombres, sean guardias civiles, narcotraficantes de toda la vida o mafias mejicanas, mientras ellas apenas son una comparsa y un paño de lágrimas para los sufridos protagonistas. Cabe apreciar cierta pericia a la hora de generar tensión en un par de secuencias puntuales, incluido el crucial desenlace en el que, por cierto, lo inverosímil se hace aún más evidente.

martes, 8 de abril de 2025

LAS VÍSPERAS DE I GEMELLI, UN CANTO DE ESPERANZA

XLII Festival de Música Antigua de Sevilla – Gran Selección Teatro de la Maestranza. I Gemelli. Emiliano González Toro y Mathilde Étienne, dirección. Programa: Vespro della Beata Vergine, de Monteverdi. Teatro de la Maestranza, lunes 7 de abril de 2025


Otro lunes maldito, con el Maestranza a medio llenar a pesar del espléndido cartel ofrecido. Nunca hubiéramos imaginado cuando el año pasado se presentaba tan estimulante programación, que algunas de sus más rutilantes propuestas serían pasto del desprecio de una melomanía cada vez más incomprensible e imprevisible.

Ahí estaban, un conjunto de reciente formación, apenas una década, pero que ya ha cosechado un buen número de triunfos y se ha consolidado como una de las grandes formaciones europeas en su género, ofreciendo la que consideramos la mejor y más satisfactoria versión que de las Vísperas de la Beata Virgen de Monteverdi hayamos jamás disfrutado, por encima de los registros que conocemos, y que abarcan de Herreweghe a Savall, pasando por Harnoncourt, Gardiner o Parrott, es decir, los más grandes intérpretes del repertorio imaginable.

Y no es porque les superen en técnica y expresividad, sino porque respetando la máxima de que la música se adapte como un guante al texto, como pretendía su autor, lo que I Gemelli hizo anoche fue priorizar el carácter teatral de la pieza, su profunda expresividad dramática, por encima de lo meramente místico o espiritual, dando a la empresa un alcance y un relieve que reflejase una visión más contemporánea, en la que la literalidad bíblica pudiese ser sustituida por el ánimo y la esperanza en un mundo más justo e igualitario.

Una página revolucionaria y magistral

Monteverdi dedicó la que se considera su primera gran colección de música sacra, al Papa Pablo V, quizás con la intención de ocupar un puesto relevante en Roma. Pero no renunció por ello a su estilo y su ambición, procurando sin traicionar el espíritu eclesiástico imperante en la época, adherirse también a sus propias inquietudes, incorporando una profusa instrumentación y una combinación de fuerzas y texturas que dotase al conjunto de un carácter soberbio y extravagante.

Zachary Wilder, Emiliano González Toro y Jordan Mouaissia


La obra combina el estilo moderno o concertado con el estilo litúrgico antiguo. Así, suenan piezas fundamentalmente sacras, como la introducción In adjutorium o los salmos (Dixit Dominus, Laudate pueri y Nisi Dominus entre ellos) o el espléndido Magnificat final, junto a otras de carácter profano, fundamentalmente motetes (Nigra sum, Pulchra es, Audi coleum), si bien el conjunto liderado por Emilio González Toro y Mathilde Étienne optó por dar en general un carácter profano a la lectura de tan imponente partitura.

Por ello, todo resultó más accesible, más cercano, sin amortiguar espiritualidad pero ahorrando misticismo exacerbado y angelical, incluso rebajando la recitación salmódica con tratamiento de cantus firmus para acercarse a un lenguaje más accesible y terrenal, con resultados espectaculares y sin salirse del respeto y la consideración debida a la página. En definitiva, potenciando su estilo más dramático y teatral, visible incluso en el continuo cambio de posición de voces e instrumentos.

Ya se vislumbraba, desde esa introducción que rescata la obertura del Orfeo, esa tendencia a mezclar lo profano y lo sacro, evidente también en el uso de madrigales de concierto y del estilo operístico experimentado en su catálogo. De todo lo cual I Gemelli se hizo eco con una versatilidad y un sentido del espectáculo y la emoción realmente encomiables.

Pura imaginación

El resultado fue un derroche de imaginación y creatividad, al que se prestaron unas voces a cual más rutilante y ajustada. Imposible destacar el trabajo singular de cada una de las voces convocadas, la mayoría prestas a contribuir con solos que pusieron de relieve sus magníficas aptitudes. Si acaso nos fijamos en la excelente entonación y la preciosa articulación del tenor Zachary Wilder, ya fuera liberando de cualquier afectación litúrgica el Nigra sum, o recreando fuera del escenario el eco de la voz de González Toro en Audi coelum.

Shira Patchornik y Cristina Fanelli

También merece destacarse el toque más solemne y autoritario del joven Jordan Mouaissia, así como la dulzura y la elegancia de las sopranos Shira Patchornik y Cristina Fanelli, dentro de un conjunto en el que todos y todas destacaron a un excelente nivel. En el coro, siempre una coordinación perfecta y una expresividad sincera, que el conjunto mimó limando asperezas y ese estilo polifónico a capella propio del renacimiento tardío. En definitiva, optando por un estilo más próximo al barroco en toda su plenitud.

En el apartado instrumental, no podemos sino rendirnos a la magnificencia de cada uno y una de las partícipes, desde la textura atemperada de los violines y la arrolladora presencia de la cuerda grave, hasta la flexibilidad llena de dulzura y encanto de las tiorbas y el arpa, y muy especialmente los tan temidos vientos en instrumentos antiguos, como cornetas y sacabuches, todos y cada uno dominados a la perfección, sin notas falsas ni roces, impecable.

Haciendo patria, hemos de destacar el trabajo del bajo barítono granadino Víctor Cruz en el coro, y del tudelano Miguel Tantos Sevillano al sacabuche, dentro de un conjunto en el que como se aprecia, resulta imposible destacar a unos sobre otros. Y por supuesto, no podemos olvidar el sensacional trabajo del propio González Toro a la dirección y llevando las riendas con su portentosa, perfectamente articulada y proyectada voz, y de Mathilde Étienne dando relieve y sustancia, también en la dirección, a tan feliz y estremecedora propuesta.

Fotos: Lolo Vasco
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 7 de abril de 2025

LA MÚSICA HECHA EMOCIÓN CON UN CUARTETO DE LUJO

Diálogos concertantes en colaboración con la Fundación Barenboim-Saïd. Michael Barenboim, violín. Joaquín Riquelme, viola. Pavel Gomziakov, violonchelo. Juan Pérez Floristán, piano. Programa: Cuarteto con piano nº 1 en do menor Op. 15, de Fauré; Cuarteto con piano nº 3 en do menor Op. 60, de Brahms. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 6 de abril de 2025


Enfrentándonos a un concierto de estas características, no pudimos por menos que recordar aquellas grabaciones históricas, hoy tesoros imprescindibles, que reunían a nombres tan ilustres, por poner algún ejemplo, como los de Pablo Casals, Jacques Thibaud y Alfred Cortot, o los algo menos alejados en el tiempo Pinchas Zuckerman, Jacqueline Du Pré y Daniel Barenboim. Una forma de ver la ocasión que anoche nos brindó la Fundación Barenboim-Saïd como un lujo rara vez a nuestro alcance, y posiblemente a recordar en un futuro cercano. Los invitados a este tercer y último encuentro de excelente música de cámara en la Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, de la mano de dicha fundación, fueron el propio hijo de Barenboim, Michael, el violista murciano Joaquín Riquelme, integrante en la actualidad de la Filarmónica de Berlín, el ruso Pavel Gomziakov, de enorme proyección internacional, y el sevillano Juan Pérez Floristán, que no necesita presentación. Riquelme y Gomziakov ya intervinieron, por separado, en las dos anteriores entregas de este ciclo.

Cuatro intérpretes de lujo cuya capacidad de entrega y compenetración desdice cualquier teoría sobre que para hacer buena música de cámara es necesario constituirse en conjunto estable cuyo trabajo en equipo se encuentre consolidado desde la raíz. Por separado, estos cuatro intérpretes son unos fuera de serie, pero en formación de cuarteto son capaces de dar lo mejor de sí, por responsabilidad y por la experiencia cosechada a lo largo y ancho de este mundo. Son profesores puntuales en la Fundación, y sus clases magistrales pueden considerarse un privilegio para quienes las reciban y acaben convirtiéndose en los virtuosos del futuro.


En los atriles, un programa tan exigente que puede provocar en el intérprete una fatiga claramente visible. El Cuarteto nº 1 con piano de Fauré es su primera obra de cámara importante, siguiendo los modelos de Schumann y Brahms. Sus intérpretes se hicieron eco de su efusividad, desbordante pasión e ímpetu desde el primer acorde. Su allegro molto moderato sonó robusto y fornido, con ligeras y cromáticas aportaciones en la cuerda grave y un acompañamiento al piano tan variado como acertadamente rítmico, haciendo acopio de su flexible gramática, insinuante y suntuoso. Muy juguetón resultó el scherzo desde sus primeros acordes en pizzicato, tan sutil como seductor. El adagio fue tan lúgubre como enternecedor, siempre acertando en la expresividad justa, acentuando su clima sereno y ocasionalmente apasionado. Y el final alcanzó una intensidad torrencial, con una compenetración absoluta entre el teclado y la cuerda, en el límite del caos pero sin perder en ningún momento la claridad de las líneas melódicas. Especialmente sorprendente fue la habilidad y la elegancia con la que cada instrumento fue relevando en la melodía al anterior, en cascada, siempre desde el respeto y la consideración.

El Cuarteto nº 3 con piano de Brahms, terminado tan sólo cinco años antes que el de Fauré, aunque su origen data de veinte años antes, cuando un joven Brahms sufría supuestamente por el amor de Clara Schumann, combina el ardor juvenil con esa relativa calma adoptada en la madurez. Es el más bello de los tres que compuso, y también el más libre y personal, sólo motivado por la inspiración y la emoción. Su allegro inicial resultó tan trágico como sombrío y pesimista, con Floristán acentuando su carácter dramático. En el scherzo los cuatro se emplearon a fondo para destacar su ritmo vigoroso y épico, hasta alcanzar un final verdaderamente salvaje, fruto de esa compenetración absoluta aludida. Violín y viola se emplearon a fondo en el andante para destacar su carácter melódico y su nobleza de espíritu, con resultados tan emotivos como delicados. Las sombras reaparecieron en el allegro final, con Barenboim ofreciendo un primer tema lírico y amplio, en contrapunto con el más agitado teclado, así hasta alcanzar ese final liberador de todas las pasiones desarrolladas hasta el momento.

Fotos: Guillermo Mendo

domingo, 6 de abril de 2025

SORDA Integración recíproca

España 2025 99 min.
Guion y dirección
Eva Libertad Fotografía Gina Ferrer Música Aránzazu Calleja Intérpretes Miriam Garlo, Álvaro Cervantes, Elena Irureta, Joaquín Notario Estreno en el Festival de Berlín 15 febrero 2025; en salas 4 abril 2025

Otro exitoso debut de mujer directora, galardonada en la sección Panorama del Festival de Berlín con los premios del público y de la Confederación Internacional de Cines de Arte, y en el de Málaga con la Biznaga de Oro, los premios a la mejor actriz y al mejor actor, el del público y los de la crítica Feroz y Asecán. Todo un triunfo adaptando su propio cortometraje de 2021 nominado al Goya en el que nos cuenta el periplo de una mujer sorda al quedarse embarazada y cómo esta nueva situación cambia de manera más o menos radical los cimientos sobre los que apoya su particular situación. Eva Libertad pone todo su esfuerzo y una fuerte carga sentimental, nunca sentimentaloide, en esta delicada y exquisita película, con la ayuda inestimable de un reparto sobresaliente, desde su protagonista, Miriam Garlo, que repite rol abordado en el corto de referencia, hasta Elena Irureta como abuela con todos los matices posibles en tan delicada situación, pasando por el siempre eficiente y en esta ocasión rotundamente entregado Álvaro Cervantes, que da vida a la pareja de la protagonista, hombre tan atento y eficaz como algo despistado a la hora de valorar y aceptar las motivaciones de una mujer desbordada ante los nuevos acontecimientos, desorientada y sobre todo víctima de la incomprensión de quienes se supone la entendían a la perfección e incluso se mostraban cómplices de ella.

Lo mejor es que Libertad consigue controlar nuestras emociones y empatías, hasta el punto de hacernos experimentar las mismas desconfianzas que genera la protagonista en su entorno, para con la mayor de las sutilezas convencernos de su comportamiento y hacernos solidarios de una situación en la que lo que se busca no es la integración de la persona supuestamente diferente, sino también la de quienes no nos consideramos como tales en un mundo que desconocemos, una integración recíproca. Un trabajo, por lo tanto, meticuloso y esmerado que, además, utiliza un imprescindible trabajo de sonido para hacernos aún más partícipes de la situación, mientras un subtitulado completo hace asequible la función al colectivo de gente sordomuda cuya realidad parece retratar con tanto acierto y amorLástima que el trabajo de promoción del cine español sea casi siempre tan escuálido, de manera que a pesar de la cantidad de personajes secundarios que pueblan la pantalla, personas parlantes y sordas, resulte tan difícil identificar a los actores y actrices que los interpretan, de forma que sólo de su cuarteto principal, la pareja protagonista y los progenitores de ella, tenemos constancia. Una constante en el cine español, que rara vez se hace eco además del apartado musical, pues tampoco logramos tener información en la web de la canción originalmente compuesta para la ocasión por la autora de la escueta banda sonora, Aránzazu Calleja.

Por otro lado, echamos en falta algo más de información sobre el personaje masculino, a quien vemos realizar trabajos agrícolas y de jardinería, también muchas labores domésticas, si bien recibe la visita de unos supuestos compañeros y compañeras de oficina, sin que quede muy claro a qué se dedica. Tampoco nos queda clara la localización de los acontecimientos, toda vez que parecen vivir en plena naturaleza, pero cuando pasean a la niña lo hacen en los mismos paisajes urbanos donde parecen ubicarse la guardería y la azotea de las amistades a las que frecuentan una y otra vez. Pequeños detalles que de haberse limado hubieran perfeccionado un trabajo ya de por sí bastante valioso y conseguido.

EXQUISITO ENCUENTRO CON LA BARROCA FINLANDESA

XLII Festival de Música Antigua de Sevilla. Ilkka Heinonen, jouhikko. Finnish Baroque Orchestra. Programa: Baltic Sea Wave. Música barroca del norte de Europa e improvisaciones de jouhikko (obras de Carlo Farina, Samuel Capricornus, Franz Tunder, Pierre Verdier, Thomas Baltzar, Johann Heinrich Schmelzer, Johann Wilhelm Furchheim, Adam Jarzebski, Dietrich Buxtehude, Vincenzo Albrici, e improvisaciones de Ilkka Heinonen). Espacio Turina, sábado 5 de abril de 2025


Hubo anoche en el seno del Femás varias revelaciones. La primera, que no hace falta tocar de forma impecable y virtuosa para lograr resultados tan estimulantes y sorprendentes, que hay mucha música, y buena, por descubrir, y que ésta no tiene necesariamente que tener etiquetas, puede fusionarse con otros estilos para mostrar una cara fresca y no resultar un pastiche fuera de lugar.

Como tantas otras formaciones, la orquesta finlandesa llegó en formación reducida, con un programa que sólo necesitaba cuerda y continuo, con tres voces al violín, dos a la viola y una el resto, incluidos clave y órgano, tiorba, violonchelo, viola da gamba y violone. Curiosamente este último llevaba inscrita en grandes letras doradas el final del célebre soneto V de Garcilaso de la Vega Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero.

En el programa un buen número de compositores, alemanes en su mayoría, muchos de los cuales trabajaron en la corte de la Reina Cristina de Suecia, y unas sensacionales improvisaciones de Ilkka Heinonen, el gran invitado de la velada, especialista, defensor, reivindicador y revisionista de la tradicional lira finlandesa, el jouhikko.

Una cuidada puesta en escena

Debiera la organización del festival cuidar algunos aspectos formales, como proyectar los títulos de las piezas conforme se vayan sucediendo, ya que si no hay textos cantados, no se cuenta con la estimable colaboración de la Asociación de Amistades de la Barroca. Falta de esta forma una guía que nos permita seguir el programa, pues consultar los títulos en el móvil resulta molesto para el público, e intentar hacerlo en papel impreso, un imposible ante la oscuridad reinante. En esta ocasión resultaba fundamental esa guía, dado que se ofreció sin pausa, de una sola tacada, con la dificultad que eso supone para distinguir unas de otras piezas.

Ilkka Heinonen
Una decisión que contribuyó al carácter relajado y exquisito de la propuesta, y que provocó una elegante puesta en escena en la que los intérpretes se añadían o retiraban paulatinamente en función de la plantilla necesaria en cada pieza. Así, de la Pavana a 4 de Carlo Farina, virtuoso violinista italiano, pasamos a la Sonata a 8 de Samuel Capricornus, compositor checo que trabajó fundamentalmente en Alemania, a través de un hermoso enlace con una sutil carga escénica.

El conjunto sólo se permitió hacer dos pausas técnicas en todo el concierto, con el fin de afinar los antiguos instrumentos. Hubo entradas falsas, algunos roces y otras imperfecciones de interpretación que, sin embargo, no deslucieron un resultado fascinante en el que se entremezclaron con toda la frescura y naturalidad imaginable, piezas de marcado acento cortesano con otras de carácter místico.

Exitosa complicidad

Descubrimos exquisitas composiciones de autores que trabajaron para la reina Cristina de Suecia, como el francés Pierre Verdier, el italiano Vincenzo Albrici o el alemán Thomas Baltzar. Todo con un inconfundible sabor alemán no exento de influencia italiana, al fin y al cabo las dos corrientes que imperaban en este primer barroco del siglo XVII en el que se centró todo el programa, con escalas fundamentales en el violín de Irma Niskanen, tan lírico como electrizante según la pieza, y una complicidad en todo momento que contribuyó sobremanera al éxito de la empresa.

Irma Niskanen a la izquierda

Destacaron las improvisaciones de Heinonen al jouhikko, un pequeño instrumento de cuerda que se toca con arco, a diferencia del kantele, otro instrumento tradicional finlandés, sin mango, con una apertura superior por la que el intérprete puede sostenerlo entre las escasas cuerdas. Concebido especialmente para la danza, Heinonen hizo gala también de una exhibición tan relajada y emotiva como sentimental en su resolución.

Pero fueron sin duda sus improvisaciones a la danza las que añadieron un toque más folclórico y distendido a un concierto que quedará en nuestra memoria, y quizás se erija entre los más sorprendentes y satisfactorios de esta edición del Femás.

Fotos: Lolo Vasco
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 5 de abril de 2025

EL VIVALDI CORRECTO DE BONITATIBUS Y VESPRES DE'ARNADÍ

XLII Festival de Música Antigua de Sevilla. Anna Bonitatibus, mezzosoprano. Vespres d’Arnadí: Farran Sylvan James y Alba Roca, violines; Natan Paruzel, viola; Oriol Aymat, violonchelo; Mario Lisarde, violone; Dani Espasa, clave y dirección. Programa: Tutto Vivaldi (Cantata “Cessate, o mai cessate” RV 684; Sonata para dos violines en re menor Op. 1 nº 12 RV 63 “La Follia”; “Sovvente il sole”, de Andromeda liberata RV 117; “Vorresti amor da me” y “Così potessi anch’io”, de Orlando furioso RV 728; “Sento il seno”, de Il Giustino RV 717; Sinfonia y “Lo seguitati felice”, de L’Olimpiade RV 725; “Sorge l’irato nembo”, de Farnace RV 711a). Espacio Turina, viernes 4 de abril de 2025


Por fin recalaba la mezzo italiana Anna Bonitatibus en Sevilla, tras la cancelación de última hora que protagonizó en enero de 2020, cuando tuvo que ser sustituida por Ann Hallenberg en un exigente concierto junto a la Barroca de Sevilla en el Maestranza, alegando motivos de indisposición. Y el público lo celebró llenando el Espacio Turina y convirtiendo la ocasión en un evento, aunque la tregua meteorológica y la fiesta semanasantera que se vivía en la calle invitaran a la deserción.

Bonitatibus hizo gala en todo momento de una gran simpatía y de conectar con el público incondicionalmente, mientras Vespres d’Arnadí, que a lo largo de los años se han ido familiarizando con esta sala sevillana, junto a voces de la talla de Xabier Sabata, Sonia Prina, Juan Sancho o Ruth Rosique, acudió a la cita en formación reducida pero en muy buena forma.

El público respondió arrebatado a pesar de las sombras que acompañaron al recital, relacionadas con la decepcionante corrección con la que, especialmente ella, acometieron un atractivo programa que daba pie para un mayor énfasis y acento temperamental del que encontramos en general.

El vértigo Vivaldi, ausente

No cabe hacer especiales reproches al canto de la veterana mezzosoprano, curtido en multitud de grandes ocasiones y roles tanto barroco como clásico de diversa índole. Tiene una voz ancha, de muy atractivo timbre, y es capaz de modular a discreción, mientras en cuestiones como fraseo y articulación, se despacha generosamente.


Arrancó en caliente, con ese vestuario de pantalón que tantos éxitos le ha reportado en el repertorio operístico, y con una de las cantatas que el compositor veneciano compuso para su tesitura, Cessate, o mai cessate, de temática pastoril. Ya aquí tuvo ocasión de mostrar sus aptitudes sentimentales, en el aria Ah, ch’infelice, que despachó con emotividad y mucha dulzura, así como sus aires de bravura en Nell’orrido albergo, demostrando por qué se trata de una de las voces más reputadas y versátiles de su generación.

Por qué entonces su rendimiento decayó más adelante, cuando en Sovvente il sole, de la serenata Andromeda liberata, acusó cierta monotonía en los acentos y los ataques, a pesar de mantener en todo momento ese talante simpático y distendido con el que se metió al público en el bolsillo.

La segunda parte estuvo íntegramente dedicada a la ópera vivaldiana, de cuyo extenso catálogo apenas se han podido rescatar un puñado de títulos desde que su obra comenzara a ser redescubierta a mitad del pasado siglo. Volvimos entonces a enfrentarnos a la misma actitud en la cantante, ataviada entonces con un alegre vestido de lunares, quizás como homenaje a nuestra tierra.

Arias sentimentales cantadas con aliento lírico, como ese precioso Sento il seno que entonó acompañada por los pizzicati de la orquesta, o ese traumático Così potessi anch’io en el que echamos en falta más temperamento y un dolor más sincero. La mera corrección se impuso también en las arias de bravura de Farnace y Orlando furioso que entonó con las agilidades justas y sin atisbo de esfuerzo, tan necesario para levantar ánimos en un repertorio tan agradecido para ello.

Acompañamiento justo, ocasionalmente brillante

Vespres d’Arnadí acudió a la cita en formación reducida, dos violines, una viola y continuo formado por clave, violonchelo y violone. Y a pesar de eso, hay que reconocer cómo lograron sonar como toda una orquesta, con el brío y el brillo que se requiere en un repertorio considerablemente exigente como éste.

Junto a Bonitatibus se mostraron tan generosos como respetuosos, mención especial para los ágiles solos de Farran Sylvan James, mientras en sus incursiones en solitario, el conjunto mostró una madurez en el sonido y la actitud que se saldó de forma harto convincente.

Alba Roca

Especialmente logrado fue el duelo de violines que protagonizaron James y Alba Roca, a quien siempre recordaremos por su paso en aquella lejana Barroca de Sevilla. En la sonata La follia, conjunto de variaciones sobre la célebre danza ibérica, ambas instrumentistas brillaron a gran altura, con un sonido quizás algo seco pero en ningún caso áspero ni estridente. El resto acompañó con el brío y la energía necesaria.

También en sus manos, la Sinfonía de L’Olimpiade sonó en esos términos de corrección denunciados, aunque nunca con la falta de riesgo que Bonitatibus imprimió a sus aportaciones. Y todo eso a pesar de la excelente disposición que ofreció la cantante, y que se tradujo ocasionalmente en unas ganas de bailar que también acompañaron a Dani Espasa, clavecinista, director y fundador del ya veterano conjunto catalán.

Fotos: Lolo Vasco
Artículo publicado en El Correo de Andalucía