domingo, 24 de febrero de 2013

EL ATLAS DE LAS NUBES La maldad unánime en un baile de máscaras

Título original: Cloud Atlas
USA 2012 172 min.
Guión y dirección Tom Tykwer, Andy y Lana Wachowski, según la novela de David Mitchell Fotografía John Toll y Frank Griebe Música Tom Tykwer, Johnny Klimek y Reinhold Heil Intérpretes Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturgess, Doona Bae, Ben Whishaw, James D’Arcy, Susan Sarandon, Hugh Grant, Keith David, Xun Zhou, David Gyasi Estreno en España 22 febrero 2013

Esta propuesta del realizador de El perfume y The International y los aclamados hermanos Wachowski (Matrix) es ante todo desconcertante, y desde luego desde su irregularidad y cierta impostura no cabe duda de que pasará a engrosar la lista de títulos de culto en lo venidero, debido a las reacciones tan encontradas que suscita, a su carácter de producto único e irrepetible y al atrevimiento de ofrecer un espectáculo en principio tan disparatado e insólito. La publicidad se ha encargado de adelantarnos que la intención de sus responsables era demostrar cómo nuestros actos influyen de forma significativa en el futuro y en los actos de quienes lo habitan. Una especie de efecto mariposa pero en el tiempo, no en el espacio. Sin embargo, a la vista de los resultados cabe decir que no queda muy bien formulada la tesis ni mucho menos sus resultados, y que más bien lo que inspira la cinta es una serie de historias encadenadas en el tiempo, cuyas interconexiones no quedan demasiado claras, y que desembocan en un misticismo filosófico posmoderno en el que un nuevo Mesías pasará a dominar el pensamiento de generaciones venideras, dentro de un universo general en el que destaca la maldad humana y unánime a lo largo de los siglos, como motor para establecer un orden místico de entrega y redención. Cierto que suena todo demasiado pretencioso, y lo es, pero el resultado es una obra fascinante en lo formal y, sobre todo, una fuente de inspiración continua de la que extraer multitud de consecuencias, sobre todo en lo concerniente al cine mismo, al oficio y al arte. Porque tenemos un reparto estelar en el que cada cual interpreta varios papeles, y da igual sexo, raza o incluso religión, porque quien es negro en una historia es blanco en otra, mujer quien fue hombre u oriental quien antes había sido caucásico, y al revés. Por otro lado sus historias, enlazadas en un prodigio de montaje que, como el resto, tampoco es perfecto, acarician diversos géneros cinematográficos, desde la ciencia ficción aglutinadora hasta la comedia, pasando por el thriller político, el drama, el romance, la acción y la épica mística. Su extrema complejidad, lograda o no, merece un examen más exhaustivo y concienzudo, y no es difícil en este sentido perderse en su maraña absoluta de situaciones, datos y elucubraciones, si bien da la sensación de que ni siquiera sus responsables alcanzan a comprender muy bien cuáles son sus intenciones. Todo lo cual la hace más inquietante e interesante, cuanto más porque a pesar de entenderse a duras penas no deja por ello de ser una cinta sumamente entretenida, a pesar de sus tres horas de duración. Su diseño de producción es fastuoso y sus aspectos técnicos excelentes, si bien algunos maquillajes son patéticos frente a otros realmente logrados. Devuelve por otro lado el sentido épico del cine, sin apoyarse exclusivamente en los efectos especiales, sino apostando por un lenguaje más tradicional y un uso más o menos acertado del ingenio artístico. Por todo lo cual acaba siendo un film inclasificable e incalificable, puro espectáculo merecedor de un análisis más riguroso, apoyado en múltiples y atentos visionados.

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