Guión y dirección Jorge Laplace Fotografía Alejandro Toro y Hugo Cabezas
Música Pablo Cervantes Documental
Parece mentira que un trabajo tan bien ideado y articulado como éste no tenga aún fecha de estreno en nuestras salas, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un producto autóctono, auspiciado por nuestro canal autonómico; al final tendrá que conformarse con el preceptivo y exiguo pase televisivo, si el premio reciente y justamente recibido de la Asociación de Escritores y Escritoras de Cine de Andalucía no lo remedia. Alrededor de la misteriosa muerte del joven trabajador Manuel García Caparrós en Málaga, durante la manifestación del 4 de diciembre de 1977 por la autonomía de Andalucía, el documentalista Jorge Laplace y sus colaboradores Alejandro Toro y Hugo Cabezas, tejen una apasionante intriga política y criminal con el ex inspector de policía Juan Antonio O’Donnell, y su particular odisea por esclarecer los hechos, como eje central alrededor del cual gira todo este entramado que combina a la perfección thriller, drama humano e intriga política. Estructurada de forma muy acertada, el espectador va poco a poco implicándose en la trama y sumergiéndose en un episodio execrable de nuestra democracia, que vuelve a poner en tela de juicio, cuarenta años después, las excelencias y virtudes de la tantas veces vendida como modélica transición política española. Como ocurría en el otro aclamado documental de la temporada, El silencio de otros, nadie entre nuestra clase política parece querer esclarecer ni siquiera hoy unos hechos funestos con víctimas muy concretas, las hermanas del fallecido que vieron cómo en poco tiempo también fallecieron sus padres, aún jóvenes, como consecuencia de las complicaciones de salud que suscitó el dolor acumulado y la impotencia ante la ocultación de una verdad incómoda. Todo eso aparece perfectamente retratado y desarrollado en este modélico trabajo de investigación y divulgación, cuyos créditos finales revelan verdades escalofriantes, tan difíciles de digerir como la vergüenza que se acumula entre quienes nos sentimos realmente demócratas y sometidos a un hipotético Estado de Derecho que ampare a todos y todas por igual y nos hagan sentir realmente que nos encontramos protegidos por un sistema justo.
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