jueves, 20 de junio de 2019

CASA DE LOS PIANISTAS Y DE LOS SUEÑOS

Andrés Martínez, piano. María Merino, ilustraciones. Programa: Cuadros de una exposición, de Mussorgsky. La Casa de los Pianistas, miércoles 19 de junio de 2019

Martínez y Merino con la Gran Puerta de Kiev al fondo
Nos llena de satisfacción comprobar cómo poco a poco el espacio que dirige Yolanda Sánchez en la calle Cano y Cueto va encontrando su público y llenando sus impagables propuestas artísticas. Ha ocurrido recientemente con Virginia Carmona y sus canciones de Broadway o con el clave de Javier Núñez. Cumpliendo uno de sus objetivos primordiales, como es servir de plataforma de lanzamiento a multitud de jóvenes talentos que van buscando su lugar en la oferta cultural de la ciudad, y a la vez ofreciendo espectáculos caracterizados por su singularidad, como volverá a suceder hoy jueves 20 de junio, este espacio único e imprescindible que tenemos la suerte de disfrutar en Sevilla brindó a un joven pianista y una interesante artista plástica la oportunidad de presentar su proyecto común en torno a los Cuadros de una exposición de Mussorgsky.

La icónica pieza se suele interpretar más en la versión orquestal que realizó Ravel casi cincuenta años después de su composición, que en la original para piano del autor de Noche en el Monte Pelado, inspirada por los dibujos y acuarelas que integraron una exposición póstuma de su amigo el arquitecto Victor Hartmann. No obstante hemos tenido el privilegio en los últimos años de disfrutarla así de la mano del gran Juan Pérez Floristán en el Festival de Primavera de Juventudes Musicales de hace dos años, y con el pianista ruso Mikhail Rudy en el Maestranza hace siete. Esta última contó además con las propias interpretaciones de Kandinsky sobre los números musicales. Algo así ha hecho la joven ilustradora María Merino, pero reinterpretando los cuadros originales en lugar de la música que se inspiró en ellos, con resultados coloristas y estimulantes dentro de un conjunto caracterizado por la amabilidad propia de quien se dedica con publicaciones ya en el mercado a la ilustración de cuentos infantiles.

Coincidiendo prácticamente con la finalización de sus estudios superiores en el Conservatorio Manuel Castillo, Andrés Martínez, natural de Sanlúcar la Mayor, ofreció una versión robusta y enérgica de la célebre página, centrada quizás en exceso en sus aspectos más viriles e incluso febriles, y dejando de lado las delicadezas y sutilezas que decididamente también forman parte de esta inimitable pieza musical, aunque lo recurrente sea tender a la exageración y lo popular. Centrado en esa exhibición de fuerza, Martínez no alcanzó a reflejar el estado emocional complejo que caracteriza esta obra sobre el dolor humano, y por el contrario se mostró vacilante e impreciso en expresividad. La ausencia de partitura y el empeño con el que acometió su responsabilidad dejó claro que ha preparado la pieza a conciencia, lo que no evitó sufrir más de un apuro, especialmente en El mercado de Limoges, una de las escasas oportunidades que Mussorgsky brinda para el virtuosismo pianístico dentro de una estética mayoritariamente simple y austera. Por otro lado acertó a la hora de plasmar estados de ánimo como en el inquietante Gnomo, ligereza en las Tullerías, obsesivo en Bydlo, veladamente humorístico en los Polluelos en sus cascarones, y contenido y elegante en los Paseos de transición. Menos lúcido se mostró en pasajes tan oblicuos y siniestros como las Catacumbas o estremecedores como Cum mortuis in lingua motua, para acabar majestuoso, no sin cierto atropellamiento, en la Gran Puerta de Kiev, un proyecto de Hartmann que no llegó a construirse.

Merino por su parte dividió su talento entre las ilustraciones de corte infantil que integran su catálogo, como la Bruja Baba-Yaga o el Ballet de los polluelos, y aquellas otras con una personalidad más sombría e inquietante, como El viejo castillo o las Catacumbas. Algunos de sus trabajos son puras réplicas de los originales, como es el caso de los dos judíos o del cuadro final de Kiev, siempre desde una estética colorista y desenfadada que combina varias técnicas, entre las que sobresale la acuarela y el lápiz. Una ocasión irrepetible para conocer la inquietud de nuestros jóvenes talentos y dejarnos seducir por sus valiosas propuestas, gracias a la impagable labor de esta Casa de los Pianistas que nos tiene enamorados.

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